Burzaco también es tierra de anécdotas y curiosidades

Un día del año 1918, todo el pueblo de Burzaco amaneció vestido de blanco: nevó y las casas, jardines, quintas y calles aparecieron cubiertas de nieve. Fue la primera nevada local, la segunda fue la de Julio de 2007.

Por aquel entonces, la sección Filatelia del Correo Central con motivo del Centenario de Burzaco imprimió unos tarjetones y durante siete días, sellos alusivos al Centenario fueron estampados en las cartas.

Los viajes (en tren) podían hacerse en primera con asientos mullidos o en segunda con asientos y respaldos con listones de madera. De la puntualidad daba fe la costumbre de los vecinos de poner en hora los relojes tomando como referencia el paso de los trenes.

Un «tano» digno de un sainete de Alberto Vacarezza, con saco y birrete blancos llegaba diariamente en verano desde Adrogué en un carrito para ofrecernos unos, para nosotros exquisitos, helados «de agua».

En aquel entonces aún no había piletas de natación en la zona y por ello en los días en que la canícula se hacía sentir teníamos tres opciones: 1) hacer turismo de aventura y darnos un chapuzón en las aguas turbias del Arroyo las Piedras; 2) refrescarnos en la zanja que al costado de la vía se había formado a la altura del km. 24 frente a la quinta de Burzaco y 3) zambullirnos en las aguas algo menos turbias del tanque australiano de la quinta de Corimayo.

En actividades sociales las posibilidades eran:

Participar en las kermeses que el club o la Sociedad Cosmopolita hacían con orquesta en vivo y en directo en el terreno en que luego se levantaría el nuevo cine. En las kermeses siempre había una ruleta y como era «pecado» jugar por plata las apuestas se hacían en chocolatines; hasta diez o veinte chocolatines apostábamos.

La posibilidad de ir a tomar helado o el té a La Armonía, disfrutar de las tres películas de la «vermouth» del Cine Argentino del Cine Burzaco, ir a bailar en el selecto ambiente de la Hostería El Caballito Blanco, eran una realidad por aquel entonces.

El loco de los Papelitos:

Este personaje era un hombre de unos 50 años, cuya historia y origen era incierto, de hecho había más de 10 historias trágicas y/o dramáticas asociadas a la vida de este señor, y cómo llegó a su estado de pobreza. Vivía en la calle, era un linyera, vagabundo, sin techo, o como quieran llamarlo.

Pero a diferencia de los indigentes que habitan las calles de buenos aires y distintas ciudades, es que este estaba loco, loco por cortar papelitos. Se dirigía a los puestos de diarios y pedía los periódicos viejos, y al obtenerlos se sentaba en una vereda, y como un loco (aunque estuviese muy tranquilo) se ponía a hacer montañas de papelitos de unos 2 cm por lado, a veces hacia tiritas, otras parecían palomitas, lo importante es que quedaban por su paso verdaderas montañas de papelitos.

Por este motivo se lo llamaba el Loco de los papelitos, El viejo de los papelitos, o simplemente papelitos. Era parte de la ciudad. Tomaba mate cocido en una lata de Durazno, y yo tenía  la suerte de prepararle y alcanzarle ese mate cocido por las mañanas ya que yo trabajaba en el puesto de diarios de «EL NENE» en Alsina y Roca.

Algunas personas hablaban con él, o intentaban, ya que hablaba muy pocas palabras por día, otras lo ignoraban y otras lo discriminaban, alejándose y cruzando de vereda cuando estaba haciendo su arte de pica-papelitos.