La responsabilidad social perdida
Como ya lo habíamos adelantado en números anteriores, vuelven las restricciones en particular en la Costa Atlántica, pero también en varios municipios de la provincia de Buenos Aires, necesarias para concientizar a una población cansada y relajada, pero que todavía corre mucho peligro.
El aumento de casos, fundamentalmente en el área metropolitana preocupa, sumada a la aparición de una nueva cepa del virus y que si bien no reviste una mortandad más elevada, si revela la peligrosidad de convertirse en un 70 por ciento más contagiosa. La falta de conciencia de los veraneantes, la relación de una normalidad irreal que hace que por momento se olviden de una pandemia que sigue azotando a los países más avanzados del mundo que hoy muestran un espejo incluso más virulento que la primera ola que ya pasamos en la República Argentina.
Las dificultades en nuestro país son serias: aún ante un escenario como el europeo hoy nuestro país no podría cerrar el área industrial y comercial ya golpeadas por el cierre del año pasado.
Frente a este panorama la realidad exige que analicemos un poco la situación de nuestros vecinos: no se trata de una “sociedad” relajada y necesitada de trabajar el problema, los datos de los contagios revelan también que el sector comercial e industrial no son el problema real de la propagación actual de la pandemia, sino aquellos “descuidos” que suceden en reuniones informales o fiestas clandestinas de jóvenes que no guardan las normas de seguridad sanitaria necesarias para proteger incluso a sus seres queridos.
Apelar al criterio social y la solidaridad y a la buena voluntad de entender que cada contagio posible de prevenir es una puesta en peligro a su vez de quienes más queremos hoy es una necesidad más que nunca. Por eso desde La Urbe, nos sumamos a la campaña de alentar a una responsabilidad social que nos interpele a hacer estrictamente lo necesario, a seguir quedándonos en casa y a cuidarnos entre todos para que la libertad pueda seguir siendo colectiva.