Las dificultades de este año sólo son un motivo más para avanzar

Termina el año, y los balances quizás esta vez nos arrojen más en el debe que en el haber. Un año complejo, individualista, solitario y donde hemos perdido mucho. Un año donde nadie imaginó en enero pasado que íbamos a atravesar este tránsito de complejidades que se entrelazan. Esta pandemia abrumadora que se llevó en muchos casos a nuestros seres queridos, este enfriamiento de la economía mundial, con su consecuente situación nacional. 

Un año donde aprendimos de nuestras debilidades, de nuestras miserias y de nuestros dolores; donde nos quedamos sin respuestas y hasta a veces, sin saber qué preguntar. Un año donde lloramos mucho, y aprendimos a reír y a abrazarnos por intermedio de una cámara. Un año que puede todavía darnos sorpresas y terminar mucho mejor de lo que empezó, con la aparición de la vacuna que nos llena de esperanza. 

Se vienen todavía grandes emociones con uno de los debates más controversiales de los últimos tiempos, pero paradógicamente también, es uno de los debates más productivos en términos políticos,  en la posibilidad de empezar a mirar las temáticas que más cuestan debatir, de frente, eliminando las desigualdades y proporcionando una posibilidad de reencontrarnos como sociedad.

Se vota en el congreso nuevamente la Ley de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, y esa realidad, sumada a todos los sucesos de este año que pusieron de manifiesto las situaciones reales que nos interpelan como sociedad: necesitamos trabajar sobre nuestras desigualdades para recrear nuestro futuro, no hay sociedad posible sin resiliencia, sin solidaridad, sororidad y sin la posibilidad de generar empatía para con el mundo que nos rodea. 

Redistribuir la riqueza, generar condiciones de igualdad, y pensar en la posibilidad de avanzar en una nueva sociedad que nos redefina, es una tarea difícil, pero de la que todos y cada uno de nosotros somos parte. Hay que avanzar en ese mundo nuevo que necesitamos.