Evidenciar la violencia ya no es suficiente, sin un camino hacia la sociedad de igualdad
El 25 de noviembre se conmemora el día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer. Se trata de un día en el cual se busca concientizar a la sociedad sobre la necesidad de erradicar las prácticas violentas hacia las mujeres, en todos los lugares del mundo. En ese sentido, este año no es un día más.
Tal como lo hemos evidenciado en editoriales anteriores, mientras muchas buscaban en su hogar una salida a la situación epidemiológica que atravesaba el país y el mundo, otro número no menor de mujeres vieron en esa situación de encierro una trampa mortal. No se trata de un tema nuevo, ni menor. En los últimos Femicidios han ido en ascenso, y se han convertido en cada vez más atroces.
A la escalada de violencia se suma la reticencia de algunos sectores de identificar estas agresiones y estos asesinatos como tales. Hablar de Femicidios no resulta fácil para quienes están en los lugares formadores de opinión pública, como algunos medios de comunicación por ejemplo. La figura de crimen pasional de a poco ha ido desapareciendo, sin embargo, todavía resulta difícil identificarlos como tales, asumiendo la responsabilidad como sociedad de erradicar la violencia contra las mujeres, y contra las diversidades que incluso vienen mucho más atrás en materia de reivindicaciones.
Pero el Femicidio quizás es el punto más álgido de la violencia, y para llegar a él, existen otras formas más silenciosas y no tan visibles para una sociedad masculizada, que abren el camino hacia la discriminación y la violencia entre géneros, desde muy temprano en quienes son parte de la sociedad. Ese camino, las formas de violencia económica, política, de acceso son el inicio de una sociedad que desde la socialización primaria necesita del cambio de prácticas estereotipadas, que nos conducen por el resto de nuestras vidas.
Hacer visibles estas situaciones es parte de reconocer el problema, pero no alcanza con identificar prácticas, si desde cada uno de nuestros lugares no nos ponemos al hombro la tarea de generar nuevas prácticas, que reconociendo las relaciones vinculares desde otra perspectiva nos impulsen a generar ese tan ansiado cambio cultural, social, político e ideológico, hacia una nueva comunidad.