Decíamos ayer: a veces la Pandemia no es la culpable

 

Para nosotros se viene el 7 de agosto y como tantos otros, el día de San Cayetano, el patrono del trabajo nos invita a reflexionar sobre la situación actual. Quizás este sea uno de los peores momentos laborales de la historia de la humanidad. La Pandemia ha retrotraído no solamente nuestro PBI a números que asustan, sino también, ha puesto de manifiesto una realidad de desigualdad que azota hace muchos años a nuestra sociedad argentina.

No estamos solamente en una crisis sanitaria mundial, estamos en una crisis económica mundial, pero en el caso de Argentina lo más difícil de ver y que agrava la situación económica actual, es que esa crisis se desarrolla sobre otra crisis, una que redundó y que significó, el aumento de la pobreza a números alarmantes, el aumento de la indigencia, la desocupación y la recesión, la desaceleración de la economía, acompañados todos ellos de un endeudamiento como nunca antes se ha visto.

En nuestro país la sombra del neoliberalismo retrató una complejidad de cuatro años de empobrecimiento, de una crisis que no tiene existencia por la pandemia, sino que en todo caso es agravada por la pandemia pero que se originó antes. El aumento de la pobreza estructural, el decaimiento del estado (fundamentalmente de la salud y de la educación), son producto, no de una pandemia, sino de una política económica que no pudo en los cuatro años anteriores encontrar el rumbo.

Así es como llegamos a un Estado empobrecido y desestabilizado. En este marco, los primeros días de cuarentena intentaron quizás salvar algo de la situación de decaimiento de la salud pública. Y en parte el fortalecimiento de la salud pública, de las camas de terapia intensiva lo han logrado. Es justo suponer entonces que la cantidad de días de cuarentena, no son una mala decisión política, son producto de la necesidad y el abandono de 4 años.

Ante esto, solo resta cuidarnos, darnos la posibilidad de entender que la única forma de combatir el virus entre todos es quedándonos en casa, entendiendo que no nos podemos reunir, que vamos a tener tiempo para ello, si todos aceptamos que tenemos una responsabilidad individual y colectiva para con los seres que nos rodean.