De la responsabilidad a la batalla
Con el mapa electoral definido y algunas candidaturas sobre la mesa, se termina de configurar la situación nacional y la discusión pasa a ser parte de algo más complejo: el modelo de Estado. Así es como termina siendo una disputa que más que el próximo nivel ejecutivo, nacional, provincial y municipal, lo que dirime es la visión de una Nación soberana que se pueda mantener sobre los cimientos de su proyecto político independiente, o un modelo de endeudamiento continuo que amortizado por medio de la inflación galopante, detenga aún más el consumo y se alce bajo la premisa de que “si pocos tienen mucho, derramaran sus bondades hacia los muchos que no tienen nada”.
La política del derrame no funcionó, pero no es que no funcionó en la administración Cambiemos por el mapa regional y las medidas proteccionistas que los países del norte utilizaron para sostener su soberanía: no funcionó porque antecedentes mediante, ha fallado en todos los países en los que se la ha tratado de implementar, demostrando que quizás es posible para una población de 5 millones de argentinos, pero no para la Argentina.
Lo que hoy la sociedad pide a gritos es unas más justa y más equitativa distribución de la riqueza, que junto a un Estado grande, que se ocupe de tender puentes entre quienes no tienen nada, están o han caído en la pobreza o en la indigencia y quienes han sido beneficiados por un modelo excluyente que agrandó la brecha y que permitió la fuga de las riquezas del país.
Sin embargo, con las cartas sobre la mesa, la responsabilidad es nuestra, de la sociedad toda, y del conjunto de los argentinos. El amplio arco político que pide a gritos un viraje de la política económica del gobierno, no es más, que el sentir y el vivir de millones de ciudadanos que todos los días tienen que enfrentar las consecuencias de la crisis y que para hacerlo quieren un camino propio, que pugne por su soberanía y que, entre otras cuestiones, no le pida prestadas las decisiones a ningún organismo internacional.
Porque lo cierto es que más allá de las batallas electorales, hay una batalla que el ciudadano vive solo todos los días. La de ser argentino.