Desesperación y manotazos de ahogados

En pocos días, se tratará el presupuesto para el ejercicio del año que viene, y el Congreso está sumergido entre la responsabilidad de garantizar la supervivencia económica del país, y la de garantizar a todos y cada uno de los argentinos la vida digna que se merecen.

Los objetivos del gobierno, en tanto son claros: reducir el déficit parece la consigna que no deja dormir a muchos y que genera estupor en otros. Lo cierto es que para que ello suceda hay dos caminos, como bien lo dijimos en la editorial anterior: hacer crecer el país productivamente o reducir el Estado a su mínima expresión.

Analizando la primera variante, llegamos a una conclusión clara, la caída prevista del PBI para este año va a estar en el orden del 2.4 por ciento, eso quiere decir que no solo no se va a mantener ni crecer la capacidad productiva del país, sino que además va a decrecer y ese decrecimiento se traduce en comercios y fábricas cerradas que alimentan la desocupación creciente. Al día de hoy hablamos de casi 100 mil puestos de trabajo menos en lo que va del año.

La segunda variante es la que quizás baraja el gobierno pero que llena de dudas no solamente a la oposición, sino también a la mayoría de los vecinos: para achicar (aún más), el Estado hace falta retirar algunas de sus funciones para la sociedad, como la salud, la educación, y los servicios públicos garantizados por el Estado como derechos universales, gratuitos y de calidad.

Lo cierto es que con una desocupación y recesión creciente y una ausencia del Estado como garante de derechos, el nuevo presupuesto corre serios riesgos de no ser aprobado por la mayoría de los legisladores y por lo tanto, de detonar nuevamente el dólar, que estacionando entre los 38 y los 39 pesos, ya ha producido una inflación del orden del 42 por ciento.

Con el timón a la deriva el gobierno se enfrenta quizás a una de las peores crisis económicas de la historia, donde el “riesgo país” vuelve a aparecer en la boca de los analistas políticos y económicos, y donde la necesidad de más democracia y una salida multisectorial golpea las puertas para recordarles a los gobernantes la responsabilidad que asumieron cuando decidieron ser administradores de la Nación.