24 de marzo: reconstruir la memoria de los pueblos
En medio de fuertes críticas al gobierno actual y su política de Derechos Humanos, las calles se poblaron de vecinos que al grito de “nunca más”, “memoria, verdad y justicia”, “ni olvido, ni perdón: juicio y castigo a los culpables”, “cárcel común a los genocidas”, ganaron las calles y llenaron la Plaza de Mayo, para recordar que a 42 años del último golpe militar en la Argentina, todo un pueblo sigue exigiendo saber que paso con sus 30 mil desaparecidos.
Una sociedad que sigue recordando el paso de cuatro presidentes de facto (Videla, Viola, Galtieri y Bignone), que dejara uno de los saldos más costosos del país, un saldo que aún seguimos pagando.
Una dictadura que dejaría un visible saldo político de dolor y de bronca, que no se terminaría con el juicio a las Juntas, que perduraría en la búsqueda de cada nieto desaparecido (se estima que nacieron casi 500 personas en cautiverio) y la aparición de cada uno de esos 127 rostros que hoy tienen nombre, identidad e historia.
Pero un período que también dejaría un rastro económico quizás no tan visible, pero que sí marca un rumbo ostensiblemente complejo. Durante la última dictadura militar cerraron miles de fábricas, la deuda externa se multiplicó por 6, aprobándose un crédito del FMI por 110 millones de dólares y nacionalizando la deuda de capitales privados de empresas tales como las del grupo Macri, Techint, Fiat, Ford, IBM, por nombrar algunas.
La pérdida de derechos individuales y colectivos, caracterizó un período de impunidad donde el poder militar, mediante la fuerza abolió definitivamente los Derechos Humanos, en complicidad con Naciones y capitales económicos poderosos.
Mucho le costó a nuestro país recuperar la dignidad, levantar la cabeza y reconocer que necesitábamos vivir en un Estado de Derecho que reconozca y respete estas libertades perdidas a manos de la dictadura militar, pero se fueron dando pasos en ese sentido, y la sociedad en su conjunto hoy no mira para otro lado, sino que siente orgullo de defender esa democracia que, aunque perfectible, sigue siendo el mejor sistema político que hemos conocido y nos supimos ganar.
Ni olvido ni perdón, y hoy más que nunca…. Tampoco reconciliación, ni arresto domiciliario.