Comó impactaría la economía en la sensación de felicidad
En estudio de la UCA precisa que casos de depresión y ansiedad se duplican ante la falta de recursos, provocando déficit emocional y afectivo.
Siempre se sospechó que para alguien con bajos recursos económicos todo se hace más complejo y cuesta arriba, pero ahora se lo sabe con certeza científica. La depresión y la ansiedad, de hecho, afectan a las personas que se encuentran bajo la línea de pobreza el doble que al resto de la población, según un estudio del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, que reveló que esta situación también genera menor sensación de felicidad y falta de proyectos.
El estudio, que fue presentado en los últimos días, se realizó sobre 5.700 encuestados mayores de 18 años de hogares urbanos de todo el país durante el período 2010-2018, y arrojó que, a menor nivel socio-económico, educativo y laboral, mayor es el malestar psicológico y el déficit emocional y afectivo.
A modo de ejemplo, en 2018 el 33,1 por ciento de las personas bajo el nivel de pobreza presentó alta sintomatología de ansiedad y depresión, contra 17,2 por ciento de las personas no pobres.
“Para medir el malestar psicológico se elabora un índice que mide sintomatología ansiosa o depresiva en base a una serie de preguntas”, explicó Solange Rodríguez Espínola, investigadora del informe denominado “Malestar Subjetivo (2010-2018). Asimetrías Sociales en los Recursos Emocionales, Afectivos y Cognitivos”.
La psicóloga detalló que, a nivel de la población en general, “un 20 por ciento de los entrevistados expresó tener sintomatología ansiosa o depresiva”, y que los porcentajes “son mayores en mujeres que en hombres y en la franja etaria de 35 a 59 años que en el resto de la población”.
Además del malestar psicológico, el estudio contempló otros tres indicadores: “El afrontamiento negativo”, esto es la conducta evasiva a pensar una situación problemática que lleva a no realizar intentos activos por intentar resolverla; la autopercepción de sentirse poco o nada feliz, y el déficit de proyectos personales.
“En estos últimos tres indicadores sucede lo mismo que con el malestar psicológico, cuanto menor es el nivel socio-educativo, peor es el indicador”, alertó Espínola. Y agregó: “Esto es lo que el estudio pone en evidencia, porque si una persona no tiene condiciones emocionales para sostenerse o pensar a futuro, más difícil va a ser salir adelante, entonces si bien hay cuestiones económicas adversas que dan origen, también se retroalimentan a partir de todo el resto de las carencias”.
Así, por ejemplo, mientras que en 2018 en los sectores medios profesionales sólo el 11 por ciento presentó un afrontamiento negativo a los problemas, entre los trabajadores marginales (en negro o que hacen changas) ese porcentaje ascendió al 32,8 por ciento. En tanto, en ese mismo año, el 11 por ciento de las personas por encima de la línea de pobreza respondió sentirse poco o nada feliz, pero entre quienes están por debajo de esa variable de ingresos la respuesta se duplicó (22 por ciento).
También en 2018 sólo el 5,1 por ciento de los sectores profesionales medios expresaban tener déficit de proyectos contra el 26 por ciento que daba esa respuesta entre los trabajadores marginales.
A nivel de la población en general, durante el periodo 2010-2018, dos de cada diez personas tuvieron un afrontamiento negativo de los problemas; uno de cada diez dijo carecer de proyectos de vida y un 13 por ciento manifestó sentirse infeliz.
Reconocido por sus informes sobre pobreza, el Observatorio de la Deuda Social es un programa de investigación, extensión y formación de recursos humanos de la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA) conformado en 2002. “Cuando se habla de pobreza se piensa en una mirada monetaria o económica, lo que llamamos pobreza objetiva, pero desde el Observatorio hacemos una lectura más integral del Desarrollo Humano y que hace a estas deudas sociales que no son necesariamente económicas e impactan en este bienestar subjetivo, como es el caso de este informe”, concluyó Espínola.