Orgullo de estar en las calles

Miles y miles de personas del colectivo de diversidad, dijeron “aca estamos” en la 31 marcha del orgullo en las calles de la ciudad de Buenos Aires, pero también en cada distrito y en cada espacio público de la provincia. Desde una mirada progresista esta gestión avanzó sin pausa en materia de derechos de ese colectivo vulnerado sistemáticamente y excluido del sistema, sin embargo, falta bastante por materializar. 

Nuestra nación avanzó con la mirada más progresista, implementando el cupo laboral travesti, trans, transexual, transgenero, que se convirtió en una ley pionera en mundo del trabajo estableciendo al Estado Nacional como un ejemplo en materia de derechos, en plena pandemia. Pero lo cierto es que no en todas las provincias se replica esta política, y mucho menos en el ámbito del sector privado. En aquellos espacios de trabajo donde se hace, se realiza con claras desigualdades para con el resto de los y las trabajadores en general, con un plan social como contraprestación y con claras restricciones en las tareas laborales. 

Abordar las relaciones laborales con las diversidades y eliminando las desigualdades de género, requiere necesariamente corrernos de la mirada un debate franco, una concientización clara, no solamente en materia de derechos laborales, sino también con miras a la inclusión y la solidaridad. Se trata de animarnos a un debate federal, trasversal, concientizador e inclusivo. 

Aún necesitamos avanzar con una fuerte formación y concientización que constituyan a los espacios laborales como lugares de igualdad de trato y oportunidades. Tenemos una excelente oportunidad para repensar políticas que nos permitan configurar al Estado como un actor interviniente y soberano en la sociedad, pero fundamentalmente inclusivo y solidario. Una de las funciones más importantes del Estado es trabajar sobre las desigualdades para repararlas, en el principio de generar estrategias que nos permitan avanzar con dignidad sobre la estructura de un Estado como garante de las relaciones humanas y del sector privado.

Una política integradora, que no evalúe las elecciones de vida, sino que las acepte, no para invisibilizar matices y diferencias, sino para aceptarlas como parte constitutiva del ser social, apuntando a una conciencia colectiva de nuevas miradas políticas que piensen en términos de bien común. Poner en el centro la vida, es poner en el centro las relaciones sociales en torno a nuevas perspectivas de crecimiento soberano.