El amor, vence al odio

 

Muchos nos preguntamos qué hacer con los discursos de odio. Cómo terminar con tanta desesperanza, con tanta ira, con tanta bronca contenida, cómo hacer para desterrar definitivamente el dolor de ver a nuestros vecinos y vecinos consternados ante la locura de un hombre que sin pensarlo, o quizás pensándolo gatilla contra una de las figuras políticas más importantes de este tiempo. 

Y entonces, es cuando nos merecemos una explicación que nos contenga, que nos llene de aliento, que nos permita seguir, cuando nos merecemos una acción y una reacción ante tanta desesperanza, una medida de realidad en un abrazo compartido. Entonces, entendemos que es el momento de terminar con lo que nos separa y abonar a lo que nos une, aunque sea menos, aunque nos parezca poco.

Porque aquello que nos hermana es lo que nos permite creer que hay una realidad diferente que transitar, y salimos a la calle, nos encontramos en un abrazo, frenamos el mundo por un segundo y creemos que la respuesta está ahí y que si fuimos capaces de ponerle un freno entonces todo es posible. Porque creemos, porque necesitamos creer. 

Pero poco a poco, nos damos cuenta de que eso que nos unió en un abrazo colectivo, no dura para siempre, que necesitamos más para que el abrazo nos contenga en una causa común, que las miradas de reconocimiento entre nosotros, son solamente eso, pero que necesitamos que mirar también signifique ver. 

Porque en ese segundo en el que nos reconocemos, también sabemos que eso no alcanza, que no alcanza con una jornada histórica, si no damos ese paso todos los días, si no nos comprometemos en serio a terminar con aquello que nos separa, si no cortamos definitivamente la maleza de la ira contenida, del resentimiento nos que nos separa.  

Necesitamos dejar de sembrar odio para no cosechar tempestades. Porque las tempestades hieren, porque son como enormes oleadas que arrasan con todo lo que con esfuerzo y trabajo hemos construido, no individualmente, sino socialmente para tener un objetivo común. Porque muchas veces en el ataque individual se encuentra la aversión al colectivo.

Encontrar lazos en ese colectivo social, en un nuevo contrato social que nos encuentre unidos, es quizás el desafío más importante de un tiempo de reconstrucción donde el amor, venza definitivamente al odio.