Diciembre: el mes del balance
Pasó el G20, pasaron los presidentes, los errores protocolares, los negocios truncos. Pasó el presupuesto nacional, de la provincia de Buenos Aires, los acuerdos con las provincias, con los municipios, los recortes en salud, en educación, en niñez, en políticas sociales y en obra pública. Pasó la vida.
Hay un dicho que dice que la “la vida es lo que pasa cuando estamos ocupados haciendo otros planes”, y quizás sea cierto: porque mientras el G20, los primeros mandatarios del mundo y los cuestionamientos de una Capital sitiada se levantaban por las calles, los canales de televisión y las pantallas de todo el mundo, la provincia de Buenos Aires, terminaba de negociar un presupuesto que solo aumenta los pagos de la deuda, que decide tomar una deuda sideral y que recorta las áreas sociales que más necesita la sociedad, al tiempo elimina varias partidas de obras públicas.
Se acercan las fiestas, quizás unas fiestas austeras, pobres en algunos casos e indigentes en otros: lo cierto es que la mesa navideña no será este año todo lo que muchos esperan, y que hasta papá Noel también se ha ajustado los pantalones. El baile de excusas sigue, y mientras olvidamos el primer, ya muy viejo semestre; el 8 de diciembre armamos un árbol de navidad que seguramente no tendrá tantos regalos como años anteriores, pero que estará también lleno de energía, de amor y de ganas de cambiar la realidad.
Se termina un año difícil, y a juzgar por los últimos acontecimientos, es muy probable que el año que viene no sea mucho más fácil de lo que fue este, la marea de presupuestos elaborados bajo “supuestos”, de poca recomposición de la economía, no ayuda a la esperanza de un pueblo que pagó con su espalda el ajuste voraz, de una “fiesta” que no vio, ni vivió. La pobreza golpea.
Mientras tanto, dado también a los últimos acontecimientos, quejarse no va a ser fácil tampoco. Como el gobierno no puede garantizarse una reforma del Código Penal, define pasarle por el costado, y habilitar a las fuerzas de seguridad a disparar a cualquiera que corra ante una posible estampida y no responda a la voz de alto.
Muchos todavía estamos pensando si estas fiestas van a ser para estar de fiesta. Pero queda una esperanza: el año que viene tenemos mucho que cambiar.