Alcohol: la droga más social del mundo

El consumo excesivo y habitual de bebidas alcohólicas puede causar daños muy severos en el organismo que son desconocidos para la mayoría. En los últimos cinco años, el consumo de alcohol en América Latina aumentó considerablemente, según un informe de la Organización Panamericana de la Salud. Argentina presenta un número preocupante, en donde la población toma aproximadamente 10 litros de alcohol por año.

La historia es el fiel reflejo de que las bebidas alcohólicas fueron utilizadas con diferentes propósitos en diversas culturas y circunstancias. Todas, cumpliendo una función social que permitió su perdurabilidad y crecimiento hasta estos tiempos. El consumo de alcohol –según la última publicación del Ministerio de Salud de la Nación– constituye una de las principales causas de carga de enfermedad a nivel nacional e internacional, explicando así el 4% de la mortalidad mundial con el alcohol como principal protagonista.

En los últimos cinco años, el consumo de alcohol en América Latina aumentó considerablemente, según un informe de la Organización Panamericana de la Salud. Argentina presenta un número preocupante, en donde la población toma aproximadamente 10 litros de alcohol por año. Sólo superada por Chile, la sociedad argentina es una de las que más consumen alcohol en el mundo.

Sustancia psicoactiva

En la región, uno de cada cinco bebedores (22%) practica episodios de consumo alcohólico excesivo, un porcentaje seis puntos superior al promedio global (16%), según la investigación. En la misma línea, una encuesta realizada por la Universidad Siglo 21 explicó que «más del 40% de los jóvenes cree que el alcohol no genera dependencia».

El alcohol es la sustancia psicoactiva más consumida por los estudiantes de enseñanza media en todo el país, según reveló el último informe del Observatorio Argentino de Drogas (OAD). Y las cifras se complejizan si se agrega que en la Argentina, el 42% de los adolescentes de 14 años o menos reconoció haber bebido alcohol en el último mes.

«Estoy convencido de que el efecto del alcohol está subestimado», señaló a Infobae el doctor Carlos Damin (MN 81.870), jefe de Toxicología del Hospital Fernández y presidente de la Fundación Niños Sin Tóxicos (FundarTox) quien agregó que «la gente lo subestima porque como al día siguiente está recuperada supone que no pasó nada. Y la realidad es que las manifestaciones de las intoxicaciones alcohólicas se ven con el tiempo, sobre todo si éstas se producen en adolescentes, ya que en ese caso el impacto es sobre cerebros que están en formación. Hasta los 21 ó 22 años los cerebros todavía se están desarrollando».

Efectos en el cuerpo

Cuando la gente bebe alcohol, el placer de la tranquilidad y la relajación dura sólo la primera media hora o menos. Con el correr de los minutos, la persona se vuelve locuaz y socialmente saliente. Pero estos sentimientos suelen ser reemplazados por la somnolencia, ya que el alcohol se elimina rápidamente del cuerpo. Los bebedores pueden llegar a ser tranquilos e inquietos más tarde. Estos patrones motivan a beber para mantener el estado inicial.

Sobredosis y otros síntomas negativos: en la mayoría de las circunstancias, las posibilidades de una sobredosis peligrosa para la vida son bajas. Sin embargo, las personas encuentran estas dificultades cuando beben mucho alcohol rápidamente o cuando están imposibilitadas de tomar alcohol. Beber con el estómago vacío es particularmente riesgoso. Si una persona pierde el conocimiento, es imposible despertarla o parece tener problemas para respirar, se está en presencia de una emergencia médica y la atención inmediata es necesaria.

Los riesgos en los adolescentes: los jóvenes responden de manera diferente al alcohol que las personas mayores. Influye negativamente en el aprendizaje y, los efectos a futuro, son peores para los adolescentes que para los adultos.

Efectos en el cerebro y en el comportamiento

La cantidad de alcohol que una persona consume en un momento dado influirá en cómo se mueve a través de su cuerpo, pero es importante que se tenga en cuenta la cantidad de la que se está hablando. Una vez que el alcohol ha sido absorbido y distribuido, tiene muchos efectos diferentes en el cerebro y el comportamiento. En gran medida estos efectos varían con el patrón de consumo. Por lo tanto, se discuten los efectos de la aguda, crónica, y la exposición prenatal que tiene una persona al alcohol.

Damín aclaró que «es fundamental el consumo responsable. No hay una dosis mínima para recomendar, porque en cada persona eso es diferente. Entran en juego características como el peso, la altura e incluso la dieta», explicó, y fue contundente: «La ebriedad claramente produce efectos neurológicos, sea en un episodio aislado o reiterado».

En los más jóvenes

Si bien el alcoholismo parece ser un problema creciente en Argentina, las estadísticas muestran que lo más preocupante es el abuso de alcohol entre los más jóvenes, que tiene serias consecuencias sin necesidad de convertirse en alcoholismo.

“Se culturalizó la previa en la mayoría de los jóvenes de entre 13 y 20 años, que es la franja más riesgosa. No toman alcohol para divertirse o desinhibirse, sino netamente para quebrar. Llegan a los boliches ya intoxicados, generando situaciones de riesgo para ellos y para el resto de las personas”, comenta a Infobae Aldo Dománico, coordinador del Programa Nacional de Prevención y Lucha frente al Consumo de Alcohol, dependiente del Ministerio de Salud de la Nación.

“Pensar que a un joven sólo le pasa que consume alcohol es un error. A ese chico le están pasando otras cosas también”, explica Javier Didia Attas, psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina y Presidente Honorario del Capítulo de Drogodependencia y Alcoholismo de la Asociación de Psiquiatras Argentinos.

“Vivimos en una cultura de la transgresión. Cada día parece que fuera el último, y eso tiene que ver con el tiempo que nos toca vivir. Los adultos damos un mensaje no saludable al bajar el umbral de tolerancia. Los adolescentes necesitan mucho del acompañamiento de la familia, o de cualquier otra instancia protectora, como el trabajo, el deporte o el mismo grupo social”, agrega.