Comida para todos & comida para nadie
“Nos reprimen por vender verduras”, dice un trabajador en Constitución mientras intenta agarrar lo poco que le queda en el suelo antes de que la policía llegue con palos hasta donde estaba. Lo cierto es que los Trabajadores de la tierra de la UTT vienen organizando “feriazos” en varios puntos del conurbano bonaerense, del interior de la provincia y esta última semana se acercaron al corazón del pro en la capital federal.
La idea es clara, entender que si el productor vende sus productos (que por cierto son más naturales), directamente el precio disminuye considerablemente, pero además, la oferta de precios ayuda a mantener una posibilidad razonable para quienes ya no pueden ni pensar en ir a un supermercado.
Lo cierto es que para “Cambiemos”, una feria de quienes cada vez tienen menos pero que producen el 60 por ciento de las verduras del país, es un peligro. ¿Por qué? Porque expone una situación, porque acrecienta una posibilidad, porque muestra en el bastión más importante de la gestión del gobierno como lo es la Capital Federal, que un cambio de formas y de política puede llevar a una salida real que reactive el consumo y que además ayude a quienes quieren trabajar y no pueden.
¿Por qué?, porque muestra la verdad. Porque es una acción que se enfrenta a las corporaciones del campo que el gobierno tanto defiende, porque se para frente a las multinacionales y les dice, en el país hay hambre y no hay dinero: porque les aclara que en suma hay otras formas desde donde colaborar.
Ante la impotencia, el aparato represivo del Estado es el que contesta. No pregunta si necesitan más granos las manos cultivadoras o más tierra, porque da por hecho y por sentado que hay un negocio que cuidar. El de unos pocos, que alimentando ese aparato represor se valen de la fuerza para cortar las manos trabajadoras.
“La verdura que ustedes comieron ayer, las producen estas manos que hoy fueron reprimidas”, se escucha decir desde la tristeza y la desilusión de ver las caras de la necedad. Posiblemente quien porta el palo, y tiró el primer gas lacrimógeno no sepa, que la pobreza también le va a llegar.