Precariedad laboral en Argentina: la juventud, la más afectada por el modelo de Milei

Un informe del CITRA revela que la precariedad laboral en los jóvenes argentinos se disparó al 56% durante el primer año de gestión de Javier Milei. Este incremento, el mayor de todos los grupos etarios, acentúa las desigualdades estructurales del mercado de trabajo en un contexto de crisis económica.

El modelo económico implementado durante el primer año de gestión de La Libertad Avanza profundizó las desigualdades en el mercado laboral argentino, con un impacto especialmente severo en la población joven. Según un estudio del Centro de Innovación de las y los Trabajadores (CITRA), la precariedad laboral entre los jóvenes saltó del 48% al 56% en un solo año, un aumento de casi diez puntos porcentuales. Esta cifra no solo supera el promedio general de la población, que se ubicó en el 52%, sino que también consolida a este grupo como el más vulnerable frente a la falta de derechos, bajos ingresos y empleos inestables.

El análisis de CITRA, que evalúa el mercado de trabajo a través del cruce de empleo, ingresos y distribución, advierte que la precariedad laboral es un problema estructural que se intensificó en 2024. El Índice de Fragilidad Laboral (IFL), que mide la vulnerabilidad general del empleo, ascendió al 37,2%, la cifra más alta desde 2020. Esto refleja un deterioro generalizado de las condiciones de trabajo, impulsado por el retiro del Estado y la desprotección de los trabajadores, que se encuentran más expuestos a la pobreza.

Un panorama de crisis: precariedad, desempleo y pobreza de ingresos

El informe desglosa el deterioro laboral en tres dimensiones críticas:

  • Déficit de Empleo: La falta de acceso a un puesto de trabajo adecuado y estable empeoró, ubicándose en un 11,7%. Aunque el aumento en la población joven fue moderado (+0,7 puntos), este grupo continúa siendo el más perjudicado, con una «elevada vulnerabilidad estructural frente al empleo insuficiente».
  • Precariedad Laboral: Esta es la variable donde el impacto en los jóvenes fue más dramático. El indicador de precariedad, que mide la proporción de trabajadores sin derechos básicos, creció en ocho puntos en este segmento, alcanzando el 56%. Este incremento es notablemente superior al de otros grupos etarios, evidenciando una precarización del empleo que afecta con especial intensidad a los más jóvenes.
  • Pobreza e Ingresos: A contramano de la leve reducción en el indicador general de pobreza, la población joven experimentó un aumento. La pobreza de ingresos en este grupo subió del 43,4% al 43,9%, confirmando que el alivio en el poder de compra no fue homogéneo y que los hogares más vulnerables, especialmente los jóvenes, siguen sufriendo las consecuencias de la crisis económica.

El estudio también pone el foco en el creciente impacto del desempleo en los jefes y jefas de hogar, que pasó del 49% al 57%. Esta tendencia es especialmente preocupante, ya que la pérdida de empleo afecta cada vez más a quienes tienen responsabilidades familiares directas, ampliando la vulnerabilidad socioeconómica de los hogares. Entre los jóvenes desocupados, la proporción que encabeza un hogar se disparó del 41% al 52%, con un aumento particularmente agudo entre los varones jóvenes.

El futuro laboral de la juventud: un desafío urgente

El informe de CITRA pone en evidencia que el deterioro del mercado laboral no es un fenómeno coyuntural, sino una acentuación de desigualdades estructurales que ha encontrado en el actual modelo económico un catalizador. La precariedad laboral de la juventud se consolida como uno de los mayores problemas de la sociedad argentina. Los datos demuestran que, sin políticas de protección social y estímulo al empleo de calidad, los jóvenes se enfrentan a un futuro cada vez más incierto, con menos derechos, menor estabilidad y una lucha constante por alcanzar ingresos que les permitan una vida digna.

Esta situación no solo afecta el presente de millones de jóvenes, sino que hipoteca el futuro productivo y social del país. La falta de acceso a un empleo formal y bien remunerado se traduce en la postergación de proyectos de vida, la profundización de la desigualdad y una creciente desilusión con el sistema.