Radiografía social: las familias cierran el año entre el ajuste esencial y el endeudamiento

Un informe de la UCA revela que el 47% de los hogares sufre estrés económico crónico. La caída del consumo masivo y el aumento de la morosidad marcan un diciembre de subsistencia.

El cierre del segundo año de gestión de Javier Milei encuentra a la sociedad argentina en un escenario de fragilidad estructural. Lejos de la narrativa oficial que describe un cambio en los hábitos de consumo como una elección cultural, los datos del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA-UCA) y diversas consultoras privadas exponen una realidad de privaciones. Hoy, llegar a fin de mes implica, para casi la mitad de la población, recortar gastos en medicamentos, postergar atención odontológica y reducir la calidad nutricional de la dieta diaria.

La «mesa chica» de esta Navidad no es una metáfora, sino un indicador estadístico. El consumo masivo registró en noviembre su primera caída interanual en nueve meses, con un desplome del 0,1% que golpeó especialmente a los supermercados. Según la consultora Scentia, la comercialización en comercios de cercanía y grandes superficies se resiente ante ingresos que no logran seguir el ritmo de la nueva estructura de precios relativos, donde las tarifas de servicios públicos han ganado un peso desproporcionado en el presupuesto familiar.

El impacto del estrés económico y la inseguridad alimentaria

El concepto de «estrés económico» —la percepción de que los ingresos son insuficientes para cubrir necesidades básicas— ya afecta al 47% de la población, un salto significativo respecto al piso histórico del 35%. Esta tensión financiera se traduce en cifras alarmantes de inseguridad alimentaria: aunque 2025 muestra una leve tendencia descendente respecto al pico crítico de 2024, el 24,3% de los hogares sigue sin garantizar el acceso pleno a los alimentos.

En los estratos más vulnerables, la situación es dramática: la inseguridad alimentaria total supera el 50%. Este deterioro no solo afecta a los sectores históricamente postergados, sino que ha comenzado a perforar la estabilidad de la clase media-baja. La UCA advierte sobre una «infantilización de la pobreza», ya que la indigencia golpea con más fuerza a hogares con niños y adolescentes (9,2%) frente al promedio general (6,8%).

Deudas para sobrevivir y ahorro inexistente

Ante la licuación del poder adquisitivo, el endeudamiento se ha convertido en la única válvula de escape para sostener el consumo básico. Según el Banco Central (BCRA), la morosidad en préstamos a hogares alcanzó el 7,8% en octubre, impulsada principalmente por el uso de tarjetas de crédito y préstamos personales destinados a pagar gastos corrientes.

Por otro lado, la capacidad de ahorro es hoy un privilegio de pocos. El 83% de los hogares argentinos permanece crónicamente sin posibilidad de guardar dinero. Apenas un 8% de la población logra generar un margen de previsión, concentrado casi exclusivamente en el estrato medio-alto. Esta falta de «colchón» financiero deja a las familias totalmente expuestas ante cualquier contingencia de salud o incremento imprevisto en los servicios.

Perspectivas y malestar psicológico

El informe también pone el foco en la percepción subjetiva de las familias. El 42% de los argentinos considera que su situación económica es peor que la que tenían sus padres a la misma edad, lo que refleja una ruptura del contrato de movilidad social ascendente. Este sentimiento de retroceso ha generado un aumento del malestar psicológico, que ya no es exclusivo de los sectores bajos, sino que se ha extendido a las clases medias debido a la pérdida de estabilidad laboral y la incertidumbre sobre el futuro previsional.

De cara a 2026, las expectativas siguen siendo sombrías para una gran parte de la sociedad. El 40% de los consultados espera que la situación del país empeore, especialmente ante el anuncio de nuevos aumentos en las tarifas de luz y gas tras el recorte de subsidios programado por la Secretaría de Energía.