El 45% de los adolescentes argentinos sufre déficit crónico de sueño

Un estudio de la Defensoría del Pueblo bonaerense y la UNLP revela que casi la mitad de los jóvenes duerme menos de siete horas. El uso de pantallas y el cronotipo biológico, en el centro del debate.

La salud de los adolescentes argentinos enfrenta una crisis silenciosa que ocurre puertas adentro de sus habitaciones. Según un reciente informe elaborado por la Defensoría del Pueblo de la provincia de Buenos Aires y la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), el 45% de los jóvenes duerme menos de siete horas por noche, una cifra alarmante si se considera que los organismos internacionales de salud recomiendan un mínimo de nueve horas para esta etapa del desarrollo.

La investigación arroja un dato clave sobre la conducta nocturna: casi el 60% de los adolescentes utiliza redes sociales después de las 23:00, lo que genera una «privación crónica significativa» de descanso que afecta tanto el rendimiento escolar como la estabilidad emocional.

El impacto de las pantallas en el reloj biológico

El problema no es solo la cantidad de horas, sino la calidad del sueño alterada por la tecnología. Manuel Crespo, biotecnólogo de la Universidad Nacional de Quilmes y especialista en cronobiología, explica que la exposición a la luz de los celulares inhibe la producción de melatonina, la hormona encargada de regular el ciclo sueño-vigilia.

«La luz de la pantalla estimula al cerebro como si fuese de día», señala Crespo. Aunque el usuario sienta cansancio, su cerebro recibe una señal contradictoria que retrasa la conciliación del sueño. Este desajuste impide que el organismo realice funciones vitales que ocurren durante la noche, tales como:

  • Reparación celular y regeneración de tejidos.

  • Consolidación de la memoria y el aprendizaje.

  • Regulación hormonal y fortalecimiento del sistema inmune.

Cronotipo nocturno y «jet lag social»

Uno de los puntos más innovadores del debate es la cuestión del cronotipo. Biológicamente, la mayoría de los adolescentes están «programados» para ser más activos durante la noche y levantarse más tarde. Sin embargo, el sistema educativo argentino choca de frente con esta realidad: el 83% de las escuelas secundarias comienza sus clases antes de las 8:00.

Esta discrepancia entre el reloj biológico y las obligaciones sociales genera lo que los expertos llaman «jet lag social». Los jóvenes acumulan deuda de sueño durante la semana y pretenden recuperarla durmiendo hasta tarde los fines de semana o mediante siestas prolongadas. No obstante, los especialistas advierten que la siesta no compensa la eficacia del sueño nocturno perdido, manteniendo al adolescente en un estado de fatiga permanente.

Consecuencias de una generación que no duerme

El déficit de sueño no se limita al cansancio físico. El informe y las autoridades sanitarias, como las de la provincia de Mendoza, vinculan directamente la falta de descanso con problemas de salud mental. Entre las consecuencias más frecuentes se encuentran:

  1. Trastornos del ánimo: Tendencia a la depresión, baja autoestima y mal humor.

  2. Problemas cognitivos: Dificultad para concentrarse y bajo desempeño académico.

  3. Salud física: Alteraciones metabólicas que derivan en una tendencia a comer en exceso y debilidad muscular.

Un desafío para el sistema educativo y la familia

El estudio de la Defensoría y la UNLP pone de manifiesto la necesidad de repensar los hábitos digitales y, posiblemente, los horarios escolares. Mientras que el uso responsable de la tecnología es una batalla que debe librarse en el hogar —fomentando la desconexión total antes de dormir—, la ciencia sugiere que retrasar el ingreso escolar en el turno mañana podría mejorar drásticamente la performance educativa y la salud integral de los jóvenes. En un mundo hiperconectado, el descanso se ha vuelto el recurso más escaso y necesario para la nueva generación.