Caída del consumo de carne: salarios no alcanzan para la dieta tradicional argentina

El drástico aumento del precio de la carne bovina, que superó la inflación anual y el crecimiento salarial, lleva a una caída del 7,3% en el consumo per cápita desde la asunción de Milei, forzando un cambio en la alimentación de los hogares.

El impacto de la inflación en un consumo histórico

El consumo de carne bovina en Argentina, un pilar de la identidad y la dieta nacional, ha experimentado una marcada caída del 7,3% desde la asunción del actual gobierno de Javier Milei. Este descenso no es un mero cambio de hábito, sino una consecuencia directa de la «menor capacidad de consumo de los hogares», según se desprende de un análisis del Centro CEPA basado en datos de la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes (CICCRA).

La principal explicación de esta retracción se encuentra en la dinámica de precios: en el último año, los distintos cortes de carne han duplicado al índice general de precios del INDEC, una tendencia que se consolidó durante la actual administración. Mientras que la economía general registró una suba del 31,1% en el período analizado, el precio promedio de la carne vacuna se disparó un 61,8%. Cortes emblemáticos como el vacío (73,7%) y el asado (64,7%) mostraron incrementos incluso superiores a ese promedio.

El contraste es contundente: los salarios registrados del sector privado, según el INDEC, recién en agosto de este año lograron alcanzar el poder adquisitivo que tenían en noviembre de 2023, lo que demuestra un profundo desfasaje entre el ingreso de los trabajadores y el costo de alimentos esenciales como la carne.

Factores que impulsan la suba de la carne

La suba de precios registrada en octubre, que será clave en el próximo índice de inflación, mostró incrementos significativos en cortes populares como el asado (+8,2%), la picada especial (+6,1%), el matambre (+5,5%) y el vacío (+5,3%), superando con creces el estimado del 2,2% que arrojaría el indicador general de precios del mes.

Más allá de la presión que ejerce la inflación general sobre el poder de compra, la suba del precio de la carne bovina obedece a una combinación de factores coyunturales y estructurales:

Factores de oferta y estacionalidad

El Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA) señaló una mayor demanda estacional ante la proximidad de fin de año como una de las causas del incremento de octubre. Sin embargo, también influyeron las intensas lluvias en distintas zonas productivas, que afectaron la oferta ganadera disponible para el mercado. A esto se suma la especulación del sector en la cadena de distribución minorista, ante los rumores de posibles cambios en las retenciones a las exportaciones.

Las exportaciones y el stock interno

A pesar de que el informe de CICCRA muestra una caída del 10,4% en las exportaciones de carne vacuna entre enero y septiembre de 2025 en comparación con el año anterior, la salida de stock hacia el mercado externo sigue siendo un factor que reduce la disponibilidad interna y presiona los precios. El retroceso en las ventas al exterior se explica fundamentalmente por la menor demanda de China, aunque se observa una ligera recuperación en los últimos meses.

La carne, un lujo: la proteína animal sustituta

El encarecimiento de la carne bovina ha redefinido la canasta de compras de los argentinos, obligando a muchos a buscar alternativas de proteína animal más económicas. La relación de precios es elocuente: con el costo de un solo kilo de asado, un consumidor puede adquirir hasta tres kilos de pollo o un kilo y medio de pechito de cerdo.

Esta disparidad de cotizaciones relativas evidencia el cambio forzado en los hábitos alimentarios. Si bien Argentina ostenta un histórico consumo de carne vacuna de 70 kg/habitante/año, los datos estadísticos, en realidad, esconden profundas diferencias socioeconómicas en la ingesta.

El Centro CEPA subraya que, aunque la carne es culturalmente esgrimida como la mejor fuente de proteínas y hierro de alta calidad, la realidad sanitaria y económica es heterogénea. Por un lado, una parte de la población puede sufrir problemas de salud por el exceso de proteínas y grasas saturadas. Por el otro, los argentinos en situación de pobreza enfrentan las consecuencias de la falta de proteínas y hierro, con una alta prevalencia de anemia en embarazadas y déficit de hierro en niños menores de dos años. En este contexto, la carne bovina se aleja cada vez más de la mesa de los sectores más vulnerables.