Fallece Azucena Díaz, una de las Madres de Plaza de Mayo y un emblema de la lucha por los derechos humanos

Azucena Díaz de Teján, una de las referentes más respetadas de la asociación Madres de Plaza de Mayo, falleció este domingo. Su partida deja un profundo vacío en el movimiento de derechos humanos, al que dedicó décadas de su vida en la incansable búsqueda de su hijo y los 30.000 detenidos-desaparecidos de la última dictadura militar argentina.

Su historia, que se extiende desde la provincia de Tucumán hasta el conurbano bonaerense, es un testimonio de la perseverancia, el dolor y la resistencia frente al terrorismo de Estado.

El calvario de Azucena comenzó el 24 de marzo de 1976, el mismo día del golpe de Estado. Su hijo, Manuel Asencio Taján, militante sindical del Ingenio Concepción, fue secuestrado, desapareciendo en el horror de los centros clandestinos. A partir de ese momento, la vida de Azucena se transformó en una búsqueda desesperada por comisarías y cuarteles, un peregrinaje doloroso que, como el de miles de familias, no halló respuestas.

De Tucumán a La Matanza, una vida de resistencia y memoria

Originaria del Ingenio La Florida, en el interior de Tucumán, Azucena se vio obligada a dejar su tierra natal en 1980 para establecerse en Gregorio de Laferrere, en el partido de La Matanza, junto a su familia. Fue en el conurbano bonaerense donde su lucha individual se unió a una causa colectiva. Inspirada por otras mujeres que compartían su misma tragedia, comenzó a marchar cada jueves en la histórica Plaza de Mayo. De la mano de su hija Dora, se integró a la organización y se convirtió en una de sus voces más firmes.

Su compromiso y su presencia constante en las marchas de los jueves la consagraron como una figura indispensable en la lucha por Memoria, Verdad y Justicia. Su labor fue reconocida en vida por distintas instituciones, incluida la Comisión de Derechos Humanos del Senado bonaerense, que la declaró Personalidad Destacada de los Derechos Humanos. Este reconocimiento, recibido con humildad, fue un homenaje no solo a su lucha personal, sino a la de todas las Madres de Plaza de Mayo y a la memoria de sus hijos.

Un legado que trasciende el tiempo

La noticia de su fallecimiento desató una ola de homenajes y mensajes de despedida. Agrupaciones de derechos humanos, como H.I.J.O.S. Matanza, expresaron su dolor y gratitud: «Hasta la memoria siempre Azucena Díaz de Teján». Del mismo modo, el secretario general de la Gobernación bonaerense, Carli Bianco, la despidió con profundo respeto, prometiendo honrar su ejemplo y su legado.

Pero quizá la mejor forma de entender su espíritu sea a través de sus propias palabras. En el documental Todos son mis hijos, Azucena compartió una reflexión que resume el motor de su lucha: “Cansancio no siento. Hay veces que no puedo, pero las ganas no se me quitan de ir. Porque a mí me parece que en la Plaza, entre medio de toda la juventud, está mi hijo. Y están todos, los 30.000 desaparecidos”. Estas palabras no solo revelan su conexión inquebrantable con la memoria de su hijo, sino que también capturan la esencia del lema de las Madres: cada hijo es el hijo de todas, y la lucha por uno es la lucha por los 30.000.

Azucena Díaz de Teján no solo fue una madre que buscó a su hijo; fue un faro de esperanza y un símbolo de resistencia. Su legado perdura en cada marcha, en cada pedido de justicia y en cada recordatorio de que, a pesar de las décadas transcurridas, la búsqueda de Memoria, Verdad y Justicia es una deuda que la sociedad argentina aún tiene pendiente. Su vida es un recordatorio de que el dolor puede ser transformado en una fuerza imparable para defender los derechos humanos.