La impunidad como sentencia: a 13 años del juicio por Marita Verón
El juicio por el secuestro y explotación sexual de Marita Verón comenzó el 8 de febrero de 2012 y terminó con un fallo indignante: la absolución de los 13 imputados. A trece años de aquel proceso, su desarrollo y conclusión siguen siendo un reflejo de la impunidad.

El proceso judicial contra los acusados de la desaparición de Marita Verón estuvo marcado por irregularidades, contradicciones y una falta de perspectiva de género evidente. La periodista Sibila Camps, quien siguió de cerca el juicio y plasmó su investigación en el libro La Red: la trama oculta del caso Marita Verón, señala cómo la normalización de la violencia y el miedo silenciaron testimonios clave y permitieron la absolución de los acusados.
El tribunal compuesto por los jueces Alberto Piedrabuena, Emilio Herrera Molina y Eduardo Romero Lascano decidió liberar de culpa y cargo a los 13 imputados, entre ellos los hermanos Rivero, los mellizos Gómez, Daniela Milhein y el expolicía Pascual Andrada. A pesar de los testimonios de víctimas de trata que declararon haber visto a Marita Verón en prostíbulos de La Rioja, y de las pruebas que evidenciaban una conexión entre los proxenetas y el poder político y judicial, la sentencia desestimó toda la evidencia.
El juicio también expuso la participación de redes criminales que operaban con total impunidad. Según Camps, la estructura mafiosa liderada por «la Chancha» Ale contaba con protección de sectores políticos y judiciales, lo que garantizaba su impunidad. Sin embargo, ni Ale ni su hermano fueron juzgados en este proceso. La periodista describe el juicio como «una opereta», donde las contradicciones y la revictimización de testigos fueron constantes.
Un dato revelador es que, dos días antes del inicio del juicio, la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia organizó un taller de capacitación en género y trata. Ninguno de los jueces de la Sala II asistieron, lo que posiblemente influyó en la perpetuación de estereotipos que minimizaron la gravedad del caso y llevaron a una resolución vergonzosa.
Para Camps, la impunidad no solo se cimentó en la complicidad judicial, sino también en el temor instaurado en la sociedad tucumana desde el terrorismo de Estado. «La matriz de miedo» que describe en su libro es la misma que permitió la ausencia de justicia en el caso de Marita Verón. Trece años después, su desaparición sigue siendo un símbolo del abandono estatal y de la desprotección de las víctimas de trata en Argentina.