El centenario de la salsa golf: una invención bonaerense que conquistó las mesas

La salsa golf, creada por Leloir en 1925, nació de un experimento casual en Mar del Plata. Este aderezo emblemático sigue siendo un clásico argentino, especialmente como complemento ideal para palmitos y mariscos.

Un mediodía del verano de 1925, el joven Luis Federico Leloir, con apenas 19 años, cambió la gastronomía argentina desde el comedor del Mar del Plata Golf Club. Aburrido de las salsas tradicionales para acompañar mariscos, mezcló mayonesa y kétchup, añadió un toque de coñac y unas gotas de salsa Tabasco. Así nació la salsa golf, un aderezo que desde entonces ha sido el complemento perfecto para platos como los palmitos y los mariscos.

El nombre de esta creación homenajea al lugar de su origen y, aunque en sus inicios tuvo una aceptación moderada, ganó popularidad en las décadas de 1960 y 1970, cuando marcas internacionales comenzaron a producir variedades regionales en América del Sur. En los años 80, la salsa golf se consolidó como protagonista en los cócteles, acompañando platos clásicos. Hoy, aunque su auge ha quedado atrás, sigue siendo un aderezo esencial en supermercados y locales de comida rápida.

La receta de un clásico

La salsa golf actual mantiene su esencia: mayonesa y kétchup en proporciones variables. Algunas versiones incluyen mostaza, jugo de limón, especias como pimentón o comino, y, para los más fieles a la receta original, un toque de salsa picante y coñac. Su versatilidad permite usarla en ensaladas, carnes y, por supuesto, con palmitos, ya sea en platos fríos o incluso en pizzas.

Luis Federico Leloir: más allá de la cocina

Aunque Leloir es conocido mundialmente por su aporte a la ciencia, que le valió el Premio Nobel de Química en 1970, su faceta como creador de la salsa golf es una anécdota que resalta su curiosidad y creatividad. Nacido en París en 1906 y criado en la Argentina, su infancia transcurrió entre las pampas y una educación marcada por la inquietud intelectual.

20250125 Luis Federico Leloir

Tras un breve paso por arquitectura, encontró su vocación en las ciencias naturales, donde destacaría como uno de los más grandes investigadores del país. Leloir reflexionó en un ensayo autobiográfico sobre sus limitaciones personales y cómo estas lo llevaron a dedicarse de lleno al laboratorio. Entre humor e ironía, describió su vida como una suma de experimentos, algunos fallidos, otros exitosos gracias, según él, a la «suerte o a cometer el error adecuado».

Un legado inesperado

Aunque Leloir nunca patentó su creación culinaria, lamentando no haberlo hecho para financiar sus investigaciones, la gastronomía le agradece este aporte fortuito. A 100 años de su invención, la salsa golf sigue siendo símbolo de creatividad y sabor argentino, recordándonos que, incluso en los pequeños gestos, pueden surgir grandes legados.