El desafío de prevenir las demencias: claves para mejorar la calidad de vida

Expertos advierten que hasta la mitad de las demencias, como el Alzheimer, podrían prevenirse o retrasarse con hábitos saludables y un enfoque multidisciplinario.

En Argentina, alrededor de 300.000 personas padecen la enfermedad de Alzheimer, una forma progresiva e incapacitante de demencia. Aunque aún no existe una cura, especialistas coinciden en que una parte importante de los casos podría prevenirse o retrasarse significativamente mediante la adopción de estilos de vida saludables desde etapas tempranas de la vida.

La demencia es una crisis de salud global que afecta a más de 44 millones de personas en el mundo, con el Alzheimer representando entre el 60% y 70% de los casos. En Argentina, esta enfermedad afecta a cerca de 300.000 personas y es la quinta causa de muerte en el país. Sin embargo, un enfoque preventivo podría reducir drásticamente el número de nuevos casos.

Según el neurólogo Janus Kremer, director del Instituto Kremer de Neuropsiquiatría de Córdoba, «los trastornos cognitivos, incluyendo el Alzheimer, son multifactoriales y requieren un abordaje multidisciplinario». Aunque algunos factores de riesgo no pueden modificarse, como la edad avanzada o la predisposición genética, existen múltiples factores que sí son controlables y que pueden reducir el riesgo de desarrollar demencia.

Entre los factores de riesgo modificables, el informe de The Lancet destaca 14 claves: hipertensión arterial, diabetes, obesidad, tabaquismo, consumo excesivo de alcohol, inactividad física, pérdida auditiva, pérdida visual, aislamiento social, depresión, bajo nivel educativo, golpes en la cabeza, contaminación ambiental y aumento del colesterol LDL. María Cecilia Fernández, neuróloga del Hospital Italiano de Buenos Aires, enfatiza la importancia de intervenir sobre estos aspectos desde edades tempranas: «Mantener una calidad de vida saludable es la mejor estrategia para prevenir el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer».

La actividad física, una dieta balanceada, la socialización y el cuidado de la salud general son esenciales. Estudios han mostrado que la dieta mediterránea, rica en pescados, aceite de oliva, frutas, vegetales y lácteos, puede reducir hasta en un 40% el riesgo de desarrollar deterioro cognitivo. Además, Kremer señala que «la implementación de suplementos nutricionales con omega 3, colina, vitaminas del grupo B y antioxidantes ha demostrado mejorar las conexiones neuronales, contribuyendo a prevenir el deterioro cognitivo».

Otro punto clave es la detección temprana. Los médicos deben identificar a los pacientes en riesgo antes de que aparezcan los síntomas de demencia. «Los cambios sutiles en la memoria, como la dificultad para recordar eventos recientes o nombres, pueden ser signos de un deterioro cognitivo leve que debe ser tratado oportunamente», explica Fernández. Un diagnóstico temprano permite la intervención adecuada, mejorando la calidad de vida de los pacientes.