El desperdicio de alimentos: Una realidad que nos condena
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) arroja cifras alarmantes sobre el despilfarro alimentario en su Informe sobre el Índice de Desperdicio de Alimentos 2024. Con más de 1.000 millones de comidas desperdiciadas diariamente, la lucha contra el hambre se ve socavada por este derroche.
En 2022, el mundo desechó 1.050 millones de toneladas de alimentos, equivalente a uno de cada cinco alimentos disponibles diariamente. El 13% se pierde en la cadena de suministro, entre la cosecha y la venta al por menor, debido a problemas en la distribución y transporte. Los hogares representan el 60% del despilfarro, mientras que proveedores de servicios alimentarios y minoristas contribuyen con el 40% restante.
Cada persona desperdicia en promedio 79 kg de comida al año, lo que equivale a al menos 1.000 millones de raciones diarias. Esta cantidad podría alimentar a 1,3 personas hambrientas por día. La inseguridad alimentaria no se debe a la escasez de comida, sino a la desigualdad y al derroche.
A nivel mundial, el desperdicio de alimentos no muestra grandes diferencias entre países ricos y pobres, pero sí entre países más cálidos y otros. Las altas temperaturas dificultan el almacenamiento y transporte de alimentos frescos, aumentando el desperdicio en regiones más cálidas.
Las zonas rurales tienden a desperdiciar menos alimentos debido al desvío hacia animales domésticos, alimentación animal y compostaje. La falta de intermediarios y transporte reduce las pérdidas en estas áreas.
Este despilfarro no solo afecta la seguridad alimentaria, sino que también contribuye significativamente al cambio climático. Genera entre el 8% y el 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, casi cinco veces más que las emisiones totales de la aviación. Con 783 millones de personas padeciendo hambre, es imperativo abordar este problema para construir un futuro sostenible.
El derroche de alimentos es una crisis que exige atención urgente y acciones concretas. Es responsabilidad de todos trabajar juntos para reducir este flagelo y garantizar que los recursos alimentarios se utilicen de manera eficiente y equitativa.