¿Qué ocurriría en el mundo si las abejas se extinguen?
El 70% de la producción agrícola mundial depende directamente de los polinizadores.
Es un clásico en toda referencia a las amenazas ambientales que sufre el planeta citar al físico Albert Einstein cuando dijo que, si las abejas desaparecieran de la faz de la Tierra, a la humanidad le quedarían cuatro años de existencia, ya que los cultivos de alimentos no tendrían quien los polinizara. Lo cierto es que, como tantas veces ocurre, no parece que Einstein jamás dijera tal cosa. Y si bien el presunto plazo de cuatro años tampoco puede atribuirse a ninguna otra fuente científica, al menos la falsa cita sirve para recordar el relevante papel de las abejas en el contexto de una realidad preocupante: el declive de las poblaciones de estos insectos llevó en 2007 a acuñar un nuevo término, el problema de colapso de colonias, cuyas causas y soluciones aún son materia de investigación.
Casi nueve de cada diez plantas con flores dependen de distintos animales para su polinización. Entre ellos, la abeja Apis mellifera, la especie más común de abeja de la miel y extendida por todo el mundo a través de la apicultura, es la visitante más frecuente de las flores en la naturaleza. Suele decirse que las abejas son responsables de la polinización de la tercera parte de nuestros cultivos, como frutales, bayas, hortalizas o incluso la alfalfa; no así otros como el maíz, los tubérculos y raíces (como la patata y la zanahoria) o las verduras de hoja. En la naturaleza, en torno a un 5% de las especies vegetales dependen críticamente de estos animales, mientras que casi la mitad de las plantas son ignoradas por las abejas.
Las causas de la desaparición de una especie inteligente
Pero aunque quizá el papel de las abejas en la supervivencia de la humanidad se haya dramatizado en exceso, su trascendencia en la naturaleza es indiscutible, como también su contribución a la economía por los servicios que la apicultura presta a los ecosistemas. Por si fuera poco, las abejas sirven como objeto de estudios científicos que han descubierto capacidades asombrosas en un cerebro de medio milímetro con menos de un millón de neuronas: reconocen rostros humanos, codifican datos espacio-temporales en su danza y manejan conceptos matemáticos, como el ordenamiento de cantidades, la suma, la resta e incluso la idea del número cero.
Las crisis en las explotaciones de estos increíbles animales han sido esporádicas en la historia de la apicultura, pero a finales del siglo XX comenzó a detectarse un declive sostenido en varios países. En 2007 los abundantes informes en Norteamérica, según los cuales algunos apicultores habían perdido entre el 30 y el 90% de sus colmenas, llevaron a definir el CCD, para el cual se sugirieron múltiples posibles causas: insecticidas neonicotinoides o neonics, plagas como el ácaro parásito Varroa destructor, el hongo Nosema ceranae e infecciones bacterianas o virales, estrés ambiental, malnutrición, baja diversidad genética, destrucción de hábitats o los efectos del cambio climático, entre otras.
No obstante, la contribución relativa de estas posibles causas aún es motivo de estudio. Las infecciones pueden ser relevantes; el carácter permanente de las colmenas –a diferencia de, por ejemplo, las avispas, que mueren en otoño y la reina funda una nueva colonia al año siguiente– las convierte en terreno fértil para cualquier infección. En cuanto a los controvertidos neonics, y aunque son tóxicos para los insectos, incluyendo las abejas, no hay un consenso sobre su impacto real en el CCD. En Australia la adopción extendida de estos insecticidas no resultó en una mayor incidencia de CCD, y solo en los casos en que estos u otros plaguicidas se emplearon incorrectamente se vieron afectadas las colmenas. Algunos de estos compuestos se han prohibido en la UE y en otros países.