En el camino para fortalecer la soberanía energética y la autonomía tecnológica nacional
Mediante un comunicado, las máximas autoridades de la Comisión Nacional de Energía Atómica, Adriana Serquis, su presidenta y Diego Hurtado, su vicepresidente, han expresado su apoyo entusiasta a la firma del acuerdo entre Nucleoeléctrica y la empresa china CNNC para la construcción de una central Hualong I.
En el mismo se expresa textualmente que “esta iniciativa forma parte de los planes de la política nuclear argentina desde hace por lo menos ocho años. Que hoy no se encuentre en un estado más avanzado se explica por la incapacidad de los funcionarios del gobierno anterior, que afirmaban en 2017 que, continuando con la asociación estratégica con China, la construcción de Atucha III «comenzará hacia fin de año o comienzos de 2018” (Télam, 14/05/2017).
Sin embargo, luego de numerosas contradicciones y desaciertos –como el anuncio oficial de que la central Hualong I se instalaría en Sierra Grande (Río Negro), a mediados de 2017–, en los hechos el gobierno de Mauricio Macri dejó un sector nuclear desfinanciado, con graves pérdidas de recursos humanos, como es el caso de la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP), paralizada en 2017, o el recorte drástico del financiamiento del proyecto CAREM, que incluyó el abandono y deterioro de componentes, para citar solo dos ejemplos
El sector nuclear argentino se ha involucrado activamente en la política energética nacional desde la primera mitad de la década de 1960. Desde entonces, este sector es un ejemplo de expansión, diversificación y acumulación de capacidades autónomas y producción de efectos multiplicadores hacia otros sectores de la industria nacional. Son incontables los hitos que justifican que hoy la Argentina sea un país exportador de tecnología nuclear, participe activamente en los principales foros internacionales del sector y cuente con los mejores estándares de regulación y seguridad.
Las afirmaciones del llamado “grupo de ex secretarios de energía”, que incluye ex funcionarios que durante sus gestiones impulsaron el franco desguace del sector nuclear, deben ser tomadas como opiniones que representan intereses que van en la dirección opuesta al proyecto de industrialización, desarrollo de capacidades organizacionales y tecnológicas autónomas, generación de trabajo de creciente calificación y mayor valor agregado de las exportaciones, que son las metas que siempre guiaron al sector nuclear. El acuerdo firmado el pasado 1 de febrero por Nucleoeléctrica y CNNC representa un hito en esta dirección.
Agreguemos que, desde que se comenzó a trabajar en la asociación estratégica con China en el sector nuclear, en el escenario global se han ido consolidando algunas novedades. Una de las más relevantes es la revalorización creciente de la tecnología nuclear como componente necesaria para acompañar la descarbonización que plantea la transición energética, no solo por la baja emisión de gases de efecto invernadero, sino además por ser energía de base, estable y permanente. Los esfuerzos por avanzar en una transición hacia economías nacionales más limpias, para aquellos países que disponen de capacidades tecnológicas e industriales son un incentivo para impulsar la producción de energía nuclear como modo de abastecer sus demandas eléctricas y combatir los efectos del cambio climático.
Por estas razones, la Argentina se plantea el desafío de avanzar en una mayor diversificación de su matriz energética aprovechando sus capacidades tecnológicas e industriales en materia nuclear. En primer lugar, para abastecer nuestra demanda eléctrica con energía de base, limpia, segura y económicamente sustentable, de forma de aportar a nuestro propio desarrollo socioeconómico y colaborando a la vez en la meta global de combatir los efectos del cambio climático. En esta dirección es importante dejar en claro que la política nuclear actual vuelve a contar con la inversión necesaria para impulsar el proyecto CAREM, hoy recuperado y en marcha, y también retoma el sendero de las centrales de agua pesada y unario natural en su versión CANDU, una línea tecnológica en la que el sector cuenta con enorme experiencia y conocimiento. Por esta razón, la CNEA también ha tomado la decisión de poner en marcha la Planta Industrial de Agua Pesada, activo estratégico central para impulsar este sendero tecnológico.
En segundo lugar, porque este proceso ha demostrado en nuestro país su capacidad para producir efectos multiplicadores hacia sectores de alto valor agregado, como la producción de radares primarios y secundarios, satélites de observación y comunicación, así como desarrollar capacidades necesarias para las energías renovables. Así funcionan los sectores intensivos en conocimiento, algo que el grupo de ex secretarios de energía parece no comprender, anclándose a evaluaciones anacrónicas, que favorecen procesos de importación de tecnología y financierización de nuestra economía. Sería clarificador y propio del debate democrático serio que este grupo presentara su visión propositiva detallada, además de críticas descontextualizadas que son refutadas por sus propias trayectorias.
Entendemos desde la CNEA que el desarrollo nuclear está recuperando un sendero sectorial que hace su aporte a la optimización de oportunidades para impulsar un proyecto de país inclusivo, con creciente equidad, con trabajo, mayor industria intensiva en conocimiento, y desarrollo social y ambientalmente sostenible. Aprovechamos entonces la ocasión para felicitar a la empresa Nucleoeléctrica por la firma del acuerdo con la empresa CNNC.”