Archivo P.A.I.S, un impactante archivo sonoro que se corporiza en la Casa del Bicentenario

 

Archivo P.A.I.S, un proyecto de Nicolás Varchausky que comenzó hace 35 años con grabaciones de voces anónimas en espacios públicos de todo el mundo, inauguró una plataforma online y una muestra en la Casa Nacional del Bicentenario que, a través de discursos callejeros económicos, religiosos, institucionales y artísticos, da cuenta de idiosincrasias y climas de época por fuera de los relatos hegemónicos.

En la muestra curada por Sebastián Vidal Mackinson, son las voces de vendedores ambulantes, pastores evangélicos, agentes menores del orden o músicos callejeros los que marcan el pulso. Los registros tomados por el músico e investigador pueden servir tanto para investigaciones musicales como de perfil social o histórico.

El proyecto comenzó con los años noventa y un walkman a casete Sony TCS 430 con el que Varchausky grababa recitales, a sus amigos en la calle, a los profesores del secundario: ensayos y experimentos que hacía en su casa mientras estudiaba guitarra, sin conciencia de que ese registro sistemático terminaría dando forma a un archivo que décadas más tarde serviría de materia prima para composiciones musicales y piezas de arte sonoro. Hoy puede consultarse en www.archivopais.org o recorrerse en esta exposición desarrollada por el Centro de Arte Sonoro (CASo), en el tercer piso de Riobamba 985.

20210904 PAIS 2 PAIS

Recién terminando la licenciatura en Composición con Medios Electroacústicos de la Universidad Nacional de Quilmes, sosteniendo ese gesto en el tiempo y acumulándose esos registros, Varchausky entrevió que podría tratare de un proyecto a largo plazo, «una acción interesada en las voces anónimas urbanas, por la oralidad presente en la calle y su musicalidad, y por la tensión entre el sonido y el sentido», explica a Télam el artista y compositor argentino nacido en 1973.

Al principio el archivo era un repositorio de los materiales del que se nutría para producir obra, pero después, a partir del nuevo milenio y de un meticuloso y experimental «catalogamiento» de esas voces, comenzó a interpretarlo como «una obra en sí misma».

«Las voces del archivo están organizadas en cuatro grupos que encarnan las versiones informales de los discursos oficiales -apunta el artista-, como la del mercado o la economía informal, encarnada en los vendedores ambulantes».

Después está la voz de las instituciones, «que reúne los registros de las personas que anuncian la salida de un tren o un micro por ejemplo, es decir, las voces de una empresa o del Estado en el momento en que nos hablan para avisarnos algo, sin estar necesariamente preparadas o ser consientes de a quienes están representando en ese momento», señala.

Está también la voz del arte, donde reúne la acción de músicos que en la calle buscan colaboraciones, y finalmente «la voz de dios», es decir, registros de pastores, predicadores o evangelistas, también pensada en términos simbólicos, «que trascienden de lo verbal hacia lo no verbal».

En el mismo alambrado donde hace años hizo sonar a legendarios compositores contemporáneos, Varchausky hace ahora reverberar las voces de vendedores ambulantes, pastores evangélicos, artistas callejeros u ocasionales declamadores de preceptos institucionales, puede ser a través de un altoparlante donde se escucha la llegada de un tren o de una azafate pidiendo que se abrochen los cinturones.

«Todos esos dispositivos se convirtieron en un saber acumulado durante el proyecto», indica el artista. Cuando uno entra a la sala no se distingue un sonido en particular, pero cuando apoya los estetoscopios en esos cables de acero escucha o recupera el audio que está vibrando en esos cables.