Las claves de una educación digital: involucrarse, informarse y dialogar
La gran invitación de «Guía para la crianza en un mundo digital», de Sebastián Bortnik, es la de «planificar» la relación de las infancias y adolescencias con las tecnologías, a partir de una perspectiva que se corre del lugar de «control» frente a la imposibilidad de sostenerlo a lo largo del tiempo y que, en cambio, apuesta por tres líneas: «involucrarse, informarse y dialogar», explica el autor.
Lejos del lugar de «control parental» que, a medida que crecen se vuelve imposible sostener y conlleva dilemas éticos como los vinculados a privacidad, el ABC de lo que significa educar para un uso sano y seguro de la tecnología supone de antemano pensar una forma de relacionarnos que «no nos genere problemas de salud ni de seguridad», dice, por lo cual hay que «planificar, ser proactivos y no reactivos».
Y se empieza por casa: antes de avanzar como adultos hay que pensar la relación con la tecnología y las redes sociales. «Cambiar hábitos, dar el ejemplo», dice Bortnik sobre este paso clave que supone mirarse críticamente y evaluar si lo que hacemos con las tecnologías forma parte de una decisión o de una inercia que lleva de pronto a estar hablando de los niños en Twitter o compartiendo imágenes en Instagram sin mucha reflexión y «porque todos lo hacen».
Desde esta perspectiva, el libro de Bortnik aporta un punto de vista que supone ante todo la reflexión porque, como sostiene el autor, «el problema no es el uso del celular, sino que no haya un plan planificado». Y así se pensó este trabajo «no como un manual» sino como una «guía» que busca acompañar con respuestas abiertas sobre determinados temas a partir de la premisa del diálogo y la decisión y en función de las distintas edades, partiendo de interrogantes como ¿a qué edad darle el celular a los hijos? ¿cómo hacer para que no estén todo el día conectados? ¿hay que saber las contraseñas?.
«Siempre hablo de tres líneas claves-explica el especialista-. La primera es involucrarse: el primer paso como adultos es asumir que la crianza en el mundo digital es también una tarea como educadores. El segundo paso es informarnos, saber cuáles son los riesgos según la edad, cómo cambian esos riesgos de acuerdo a la edad, cuál es el mejor momento para hablar cada uno de los temas. Y el tercer paso es dialogar. Porque los diálogos no son iguales si los hacemos antes que después».
Y agrega otro elemento: la progresividad. Es decir, «dejar de pensar si tiene o no celular o mira o no YouTube todo el día indiscriminadamente. Pensar que si nosotros queremos que aprendan a relacionarse de forma saludable desde muy chiquitos les tenemos que enseñar sobre fakenews o que las personas no son lo que muestran las redes sociales, así como construir su autoestima de adentro para afuera y no esperar a ver cuántos likes tienen. Esto se hace con diálogos, a tiempo, proactivos y progresivos», resume.