Cuando el aislamiento quiebra el ciclo natural: cómo viven la pandemia las comunidades indígenas

 

El acceso al Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y la imposibilidad de desplazarse, y por lo tanto de trabajar, está en el centro de las preocupaciones que tienen las comunidades indígenas del noroeste argentino (NOA) que cumplen con el aislamiento social, preventivo y obligatorio, en el contexto de la pandemia de coronavirus.

Afectados por las restricciones que aplican los Estados, en este caso las parcialidades guaraní, kolla y diaguita, también tienen en agenda cuestiones como el «sumak kawsay» o «buen vivir», una filosofía de vida de los pueblos indígenas que plantea la necesidad de vivir en armonía y equilibrio con la naturaleza.

En algunas regiones del NOA, los problemas se agudizan: es el caso de los guaraníes, que viven en el ramal jujeño –en la zona este de la provincia– donde «ocupan zonas urbanas o periurbanas en situaciones de marginalidad terribles», indicó Raquel Analía Tolaba del Consejo Nacional de la Mujer Indígena (Conami).

«El pueblo guaraní tiene una realidad diferente a la de los kollas de la quebrada y la puna, que tienen ganadería y agricultura. La mayoría trabaja en los tabacales por temporada y la cuarentena los perjudica porque, si no trabajan, no comen. A eso hay que sumar que muchísimos no tienen DNI porque nacieron en fincas o lotes y no están inscriptos así que no acceden al IFE», agregó para graficar la «gravedad» de esa situación.

En el caso de los quilmes y amaichas, es decir diaguitas cuyas comunidades se extienden por los valles calchaquíes y tienen presencia en las provincias de Salta, Tucumán, Catamarca y hasta Santiago del Estero, resolver el acceso al IFE está al tope de las actividades que, aún en cuarentena, sus líderes motorizan.

Así lo remarcó el integrante del Consejo de Delegados de los Quilmes, Delfin Gerónimo: «Las comunidades en conjunto con nuestro equipo regional del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) estamos abocados a colaborar para que el IFE le llegue a la mayor cantidad posible de personas aunque el acceso a Internet y los requisitos sean una limitante para nuestros hermanos».

Gerónimo también hizo hincapié en la cuestión económica: «No es fácil para quienes viven de su producción para sustentarse porque la prohibición de circulación impide la venta o trueque de los productos que justo para estas fechas están maduros», y se refirió a los «ficticios limites interprovinciales» como «un problema».

«Hay pueblos cuya vida transcurre sin tener en cuenta esos límites, por trámites, compras, gestiones en el banco o salud. Las provincias cierran sus fronteras sin previsiones para salvedades del caso», añadió el técnico territorial del INAI al referir la intensa relación que existe entre las comunidades de Amaicha y Quilmes, ubicadas en Tucumán y Santa María, que está en Catamarca.

En otro plano, para los pueblos indígenas está la cuestión del «sumak kawsay» o «buen vivir» que es una filosofía de existencia que plantea el equilibrio con el entorno como forma de vida y que, ante la pandemia, se reinstala como debate necesario.

«Esta crisis mundial debe, de manera excluyente, llevarnos a pensar otros mundos posibles que restablezcan el equilibrio que enuncia el sumak kawsay. Una cuestión que desde los pueblos indígenas venimos planteando desde que emergimos en la escena global», dijo Mario Quinteros, miembro de la comunidad indígena de amaicha, docente y «comunero activo» según él mismo se define.

Y agregó: «Debiéramos preguntamos ¿qué hacer ante la pandemia y luego de esta? Es necesario más que nunca el fortalecimiento de nuestras economías en los territorios y de la autonomía tan necesaria en esta crisis sistémica, que en la práctica cotidiana de la agricultura, la ganadería, la elaboración de textiles y gastronomía hogareña es un modo de resistencia en territorios indígenas de la alta montaña tucumana y en los valles».

Para finalizar, subrayó la necesidad «imperiosa de que dirigentes originarios y dirigentas originarias asuman como mandato ancestral la construcción de otra normalidad, plural y diversa que convoque a las sociedades del mundo a recuperar el equilibrio perdido detrás de la homogeneización, el derroche y expropiación de energía que provoca el extractivismo».