Año nuevo, problemas viejos
En medio de críticas, analistas políticos, y cifras poco alentadoras finalmente terminó 2018. Lo cierto es que este 2019 no pronostica ser mucho mejor: con una deuda externa creciente, que alcanza más del 90 por ciento del PBI, con una situación de consumo parado, con un riesgo país que crece al ritmo de la inflación, y con un Fondo Monetario que dirige la economía nacional, el año electoral no es alentador.
Sí, año electoral, en el que la ciudadanía ejerce su derecho de ratificar el rumbo económico, o de cambiarlo, a sabiendas de que este rumbo nos deja muy cerca de un precipicio. En rigor de verdad, quienes ganen las elecciones no la tienen fácil: la economía está en un duro proceso de crecimiento de pobreza, los sueldos no alcanzan, las calles todos los días se llenan de vecinos desesperados por hacer entrar en razón a un gobierno nacional, que no cambia de políticas. El pueblo ya no espera.
La carta de confianza que el gobierno nacional y el provincial tenían, no era un cheque en blanco, y la clase trabajadora, que voto en su momento por un “Cambio”, lo sabe. Es tiempo de evaluar, y las evaluaciones no son positivas. La desocupación también crece y alcanza casi los dígitos. Por supuesto que no es 2001, la pregunta quizás es si necesitamos llegar a un 2001 para entender que la redistribución de las riquezas que produce el país son necesarias, o si necesitamos llegar a un estallido social para empezar a discutir la rentabilidad de las empresas: no de las pequeñas PyMES que están cerrando, sino de los grandes conglomerados que se llenan los bolsillos de dinero y por supuesto, de poder.
Es tiempo de pensar que quizás ese “Cambio” sea más necesario hoy que nunca, que el modelo para pocos no está funcionando porque deja a muchos afuera, y que las viejas recetas neoliberales y poco ocurrentes del FMI, entre quienes queremos sacar el país a flote en medio de tanto océano hambriento, no son bienvenidas. Es tiempo de hacernos cargo como ciudadanos de que es nuestra responsabilidad dirigir el rumbo del barco antes de encalle: es tiempo de votar.