Nuestro hábitat natural
Cuando uno habla de calidad de vida, más allá de las condiciones que en lo personal cada familia define para su medio o forma de vivir, también se habla de las condiciones generales que hacen que desarrollo de cada ciudadano, sean posibles. Gran parte de la responsabilidad de las condiciones de existencia de las ciudades la tiene el Estado, pero no es el la única institución, como tal, que tiene responsabilidad alguna en ello.
Por eso, desde La Urbe, siempre hablamos de la posibilidad de gestión y articulación entre las instituciones privadas y públicas para con los ciudadanos, tanto en el orden nacional, como provincial y municipal, independientemente de los colores político partidarios que tenga cada uno de los estratos a los que se refieren.
Naturalmente las sociedades se dan dentro de un ecosistema configurado, natural, al cual el hombre irrumpe y que ciertamente la historia ha dado el nombre a esta interrupción social, de cultura. En general la cultura social no debería ser una amenaza para ese ecosistema configurado naturalmente, pero sucede, que algunas veces la irrupción del hombre comienza a ser una amenaza y la naturaleza (con su justa razón), se defiende.
En este sentido, el cuidado del ecosistema ciertamente es responsabilidad de todos los que convivimos en él, pero es el Estado el que debe generar las condiciones necesarias para la posibilidad de ese cuidado de forma consciente. La suma de ambas partes es la que haría del entorno, uno saludable, con una sociedad que no se sienta amenazada por su avance, desarrollo y constitución.
Muchas de esas amenazas las constituyen los desechos de los seres humanos y dentro de esos desechos, aquellos bienes de consumo que una vez en desuso no son reciclados o eliminados de la forma en la que no constituirían un factor contaminante del ambiente natural. Para eso, la intervención del Estado es fundamental en la cadena de preservación y conservación del medio ambiente.