La lógica de los sin futuro

La provincia tiene problemas para iniciar las clases, una vez más. Más allá del año electoral, de las promesas de campaña y de las convocatorias que el gobierno provincial llevó a cabo para destrabar el conflicto con los docentes, lo cierto es que los salarios quedaron muy por debajo de la inflación y de los aumentos de precios, que las escuelas siguen con una infraestructura que es un peligro para quienes asisten a clases, tanto docentes como alumnos y que el presupuesto para este año no promete ser mejor que en años anteriores.

A la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, el año pasado le salió muy caro la decisión de cerrar la Unidad Ejecutora Provincial que se encargaba de la infraestructura de las escuelas.

La  medida se cobró la vida de una docente y un auxiliar de escuela en el Municipio de Moreno, pero lo cierto es que la situación trágica vivida en Moreno, puso en relieve también que las escuelas públicas de la provincia, en el estado en el que están no pueden garantizar el funcionamiento seguro que necesita la comunidad educativa.

La situación de la Salud no es mucho mejor: casi el 90 por ciento de los hospitales del Conurbano Bonaerense se llueven, se inundan, tienen ascensores que no funcionan o conviven con las ratas, más allá de que los edificios ya de por si no están planificados teniendo en cuenta las condiciones de salud laboral a la que se enfrentan todos los días los trabajadores e incluso en las condiciones en las cuales se atienden los pacientes.

Hoy que la crisis aprieta los bolsillos, la salud y la educación, son servicios que debiera garantizar un Estado garante de derechos.

Más allá de los grandes esfuerzos que llevan a cabo algunos municipios para resolver las situaciones angustiantes que se viven dentro de las localidades del Conurbano todos los días; es la gestión provincial quien debiera, en vez de pedir perdón y descontar los días de los que hacen uso los docentes por su legítimo reclamo de paro, dejar de mirar para un costado y ponerse en la piel la realidad que están obligados a vivir todos los días quienes necesitan de los servicios públicos del Estado.

Mientras para algunos la educación y la salud pública “ya fueron”, para otros es la única salvación para estar dentro de un sistema que los excluye cada vez más, y los deja sin futuro.