El consumo privado registra su mayor caída mensual y enciende alarmas económicas
La medición de la Universidad de Palermo reveló una contracción del 1,1% en noviembre, marcando el crecimiento interanual más bajo de 2025 y evidenciando el agotamiento del poder adquisitivo.
El escenario económico argentino enfrenta una señal de alerta determinante tras conocerse los datos del cierre del penúltimo mes del año. El consumo privado retrocedió un 1,1% en noviembre respecto al mes anterior, según reveló el Índice de Consumo Privado (ICP-UP) elaborado por la Facultad de Negocios de la Universidad de Palermo. Aunque el indicador mantiene un crecimiento interanual del 1,9%, esta cifra representa el incremento anual más bajo registrado en todo 2025, confirmando una tendencia de desaceleración que se ha profundizado durante el último trimestre en un contexto de persistente ajuste.
Una tendencia a la baja que preocupa al mercado
La dinámica mensual del ICP-UP muestra un deterioro sostenido que pone en evidencia el impacto de las políticas económicas sobre el bolsillo de los ciudadanos. Durante los primeros once meses de 2025, el indicador acumuló un alza del 11,4%, pero la velocidad de ese crecimiento se ha reducido drásticamente. Lo que en la primera mitad del año parecía una recuperación sólida, hoy se lee como un proceso de estancamiento.
El instrumento estadístico utilizado por la Universidad de Palermo emplea una metodología de regresión lineal múltiple con 57 observaciones de variaciones vinculadas a la producción y el gasto. Según la institución, el objetivo es medir con precisión el pulso del gasto de los hogares, eliminando factores estacionales. Los resultados actuales son claros: la reactivación económica ha encontrado un techo difícil de superar ante la erosión de los ingresos reales.
El impacto del ajuste y el límite del «rebote técnico»
Para comprender la magnitud de la cifra de noviembre, es necesario analizar el origen del crecimiento acumulado del 11,4%. Gran parte de este porcentaje responde a un «rebote técnico» tras la histórica contracción del consumo sufrida en 2024. Al comparar contra niveles deprimidos, las tasas de crecimiento tienden a ser elevadas al inicio, pero pierden fuerza cuando el poder de compra no se recupera de manera genuina.
La caída mensual del 1,1% refleja que el ajuste fiscal y la reducción del gasto público han impactado de forma directa en la capacidad de gasto de las familias. A pesar de la desaceleración de la inflación respecto a los picos del año anterior, los salarios y jubilaciones no han logrado recomponerse a un ritmo que permita sostener los niveles de demanda interna.
Perspectivas inciertas para el cierre de 2025
La desaceleración observada en noviembre plantea serios interrogantes sobre la sostenibilidad del modelo económico actual. Tradicionalmente, el último tramo del año suele estar impulsado por gastos estacionales relacionados con las festividades y el inicio de las vacaciones. Sin embargo, que el indicador haya mostrado signo negativo en este periodo sugiere que la contracción estructural es más profunda de lo previsto.
Este escenario contradice parcialmente los discursos oficiales que celebraron el crecimiento del tercer trimestre. Si bien los números macroeconómicos pueden mostrar recuperación en sectores específicos como el extractivo o el financiero, el consumo masivo —que representa el motor principal del Producto Interno Bruto (PIB)— está operando en terreno negativo.
Desafíos para el próximo año
De cara a 2026, el desafío del gobierno será revertir esta tendencia sin desequilibrar las metas fiscales. La caída del 1,1% no es solo un número estadístico; es un reflejo de hogares que están recortando gastos incluso en bienes esenciales. La sostenibilidad de la paz social y la estabilidad política dependen, en gran medida, de que estos indicadores dejen de mostrar una curva descendente.
En conclusión, el dato de noviembre funciona como una «foto» del fin de la etapa de rebote fácil. El peor registro interanual de 2025 confirma que la economía argentina ha entrado en una fase de enfriamiento del gasto privado, donde el ajuste comienza a pesar más que las expectativas de mejora a largo plazo.
