Pobreza sin alquileres: la cifra irreal que fragmenta la sociedad

La línea de pobreza en Argentina, fijada en $392.815 por el Indec, excluye el costo del alquiler, dejando fuera del cálculo de gastos esenciales a casi el $20%$ de la población, exponiendo una estadística oficial que no refleja la realidad socioeconómica y profundiza la fractura social.

La reciente actualización de la Canasta Básica Total (CBT) individual por parte del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) generó un debate urgente: ¿es realista la cifra de $392.815 como umbral de la pobreza sin alquileres en Argentina? Este monto, necesario para cubrir los gastos básicos mensuales de una persona y no ser considerada pobre, incrementó un $3,1 en octubre. Sin embargo, su principal omisión—el costo del alquiler—expone una seria desconexión entre la política pública diseñada con base en estas estadísticas y la realidad de millones de ciudadanos, exacerbando la fragmentación social.

El error de la estadística oficial: la exclusión del alquiler

El número de la CBT individual, $392.815, es, para una porción significativa de la ciudadanía, una ficción que se desmorona ante la realidad del mercado inmobiliario. La metodología del Indec para calcular la CBT únicamente incluye en los «gastos de vivienda» aquellos relacionados con servicios públicos (luz, gas, agua, etc.), dejando totalmente por fuera el ítem más oneroso para la mayoría de los hogares urbanos: el pago de un alquiler y sus expensas asociadas.

Según el Censo 2022, aproximadamente $7,9 millones de personas, lo que representa el $17,4 de la población total de Argentina, son inquilinos. Diversas estimaciones sugieren que este proceso de «inquilinización» ha continuado en ascenso.

  • Impacto de la omisión: Si casi una quinta parte de la población debe afrontar un alquiler que en las principales ciudades supera ampliamente el monto total de la CBT, ¿cómo puede diseñarse una política de ingresos o asistencia social efectiva? Esta exclusión opera como un sesgo estadístico que subestima sistemáticamente la pobreza real y el costo de vida, especialmente en centros urbanos. La pobreza sin alquileres no es la pobreza real.
Inflación y el ancla del consumo

La publicación de la línea de pobreza coincidió con la difusión del índice de inflación de octubre, que se situó en el $2,3, marcando el quinto mes consecutivo sin registrar un descenso y confirmando una tendencia al alza. Un dato llamativo es que el rubro Servicios ($2,5) superó a los Bienes ($2,3) en la variación de precios.

Esta dinámica de precios, combinada con la cifra de $176.150 como Canasta Básica Alimentaria (CBA) individual —el umbral de indigencia—, plantea un dilema. La contracción del consumo masivo se utiliza como un «ancla inflacionaria,» pero la inflación persiste. Los niveles de consumo, de hecho, aún no logran recuperar los valores previos al cambio de gobierno, lo que pone en jaque la hipótesis de una rápida recomposición económica para la mayoría.

La fragmentación socioeconómica

El aparente respaldo al gobierno, a pesar del deterioro de los indicadores de consumo y la persistente inflación, puede encontrar su explicación en la creciente fragmentación social del país. Esta fractura se manifiesta en múltiples niveles:

1. Inquilinos vs. Propietarios

Es el quiebre más obvio expuesto por la estadística del Indec. Un propietario no afronta la carga del alquiler, mientras que un inquilino ve su capacidad de consumo severamente restringida por ese gasto nodal no contemplado en la medición de la pobreza.

2. Salarios Registrados vs. Inflación

La pérdida de poder adquisitivo continúa siendo una constante para el empleo formal. En septiembre (último dato disponible), los salarios registrados aumentaron en promedio $1,3, perdiendo frente a la inflación de ese mes ($2,1), producto de las paritarias ‘pisadas’. Esta situación erosiona la estabilidad de la clase media trabajadora.

3. La nominalidad salarial

La nominalidad de los salarios (el monto bruto que se percibe) genera una marcada diferencia en el nivel de vida. Hay una fractura profunda entre aquellos asalariados (registrados o no) que, por diversas circunstancias, logran cobrar salarios que rondan o superan el millón y medio de pesos, y aquellos cuyo ingreso apenas supera los umbrales de pobreza o se mantiene cerca del millón. Estos últimos, asfixiados por el costo de vida real (especialmente si pagan alquiler), se encuentran en una situación de vulnerabilidad creciente, mientras que los primeros acumulan un «oxígeno» económico, por leve que sea.

4. Ponderaciones desactualizadas

Para agravar el panorama, las canastas básicas, que también miden hogares de tres, cuatro y cinco integrantes (con montos crecientes que se especifican en la tabla del organismo), se construyen con ponderaciones reconocidamente desactualizadas por las propias autoridades del Indec. Esto significa que la composición de los gastos y el peso de cada rubro en la canasta ya no reflejan los hábitos de consumo actuales de la población, lo que introduce un nuevo margen de error en la medición de la pobreza e indigencia.

La persistencia de la pobreza sin alquileres como el dato oficial de referencia demuestra que la estadística, tal como se presenta, opera como un velo que distorsiona el alcance real de la crisis socioeconómica, contribuyendo al diseño de políticas públicas que parten de una premisa irreal y, por lo tanto, fallida para revertir la fractura social que atraviesa el país.