Cierre de panaderías: 1.750 negocios quebraron y 11.000 despidos por la crisis

La caída histórica del consumo, con un 55% menos de pan y 85% en pastelería, obligó al cierre de panaderías en todo el país. El sector denuncia 1.750 quiebras y 11.000 despidos.

Los industriales panaderos de Argentina están en estado de alerta máxima: el sector atraviesa una crisis «sin precedentes» marcada por el desplome del consumo interno y una ola de cierre de panaderías que dejó a miles sin trabajo. Desde diciembre de 2023, la aplicación del plan económico del gobierno ha resultado, según datos gremiales, en la quiebra de 1.750 negocios y el despido de 11.000 empleados, una situación que los comerciantes califican como peor que la vivida durante la pandemia.

El grito de alarma de los panaderos no es retórico, sino una consecuencia directa de la acelerada pérdida de poder adquisitivo de la población. Un promedio de casi 92 panaderías por mes bajó sus persianas desde el inicio de la nueva gestión, transformando a este rubro esencial en una de las víctimas más visibles de la recesión. Los comerciantes advierten: «Nos estamos fundiendo».

El panazo de Merlo: La radiografía de la indigencia

La dramática situación se expuso crudamente la semana pasada con el «panazo» organizado por los Centros de Panaderos agrupados en el CIPAN, llevado a cabo en el centro de Merlo, provincia de Buenos Aires. La iniciativa, que buscaba visibilizar la crisis, se convirtió en una desoladora postal social.

«Nos superó ampliamente las expectativas. Pensábamos que no iba a venir tanta gente a buscar tanto pan. Pero fue terrible. En una hora se fue todo el pan y la gente seguía llegando», relató Martín Pinto, secretario de la Cámara de Industriales Panaderos y presidente de la Federación de Panaderos de Merlo.

La medida de fuerza, que distribuyó 4 mil kilos de pan gratis, generó una cola que se extendió por cuatro cuadras, evidenciando una necesidad básica insatisfecha. Pinto aclaró que la escena de la gente pidiendo no es excepcional: «Es una situación crítica la que estamos viviendo. Nunca vi algo así. En nuestros negocios recibimos más gente que pide que la que compra». La realidad cotidiana del panadero es hoy una radiografía del acelerado empobrecimiento.

El consumo se desploma: Caídas del 55% y 85%

El principal factor detrás del cierre de panaderías es el desplome del consumo, producto de la destrucción del salario real. Las cifras manejadas por la Cámara de Industriales Panaderos son contundentes y reflejan el cambio en el comportamiento del comprador.

Según el dirigente panadero, el consumo de pan ha caído un 55% en los últimos dos años. Pero la contracción es aún más severa en los productos que históricamente representan el margen de ganancia del sector: la venta de facturas, pastelería y tortas se ha desplomado en un 85%.

El impacto de esta contracción obliga a los panaderos a repensar su operatividad diaria. «Antes la gente cobraba y recién a fin de mes te pedían fiado. Ahora la gente el día 6 ya no tiene peso», explicó Pinto, ilustrando la velocidad con la que se deteriora el poder adquisitivo.

La caída en las ventas obligó a las pymes del sector a modificar drásticamente su forma de trabajo para evitar pérdidas. Productos como los sándwiches de miga se dejaron de hacer, y la producción se orienta casi exclusivamente «por pedido para no seguir tirando» mercadería. La imagen de «heladeras vacías» es el símbolo de una rentabilidad pulverizada en menos de dos años de gestión.

Los costos superan las ventas: Aumentos inevitables

A pesar de la caída del consumo, los panaderos no han podido evitar el aumento de costos de producción. En los primeros días de octubre, el precio del pan aumentó un 12%, siendo este el primer incremento formal desde el mes de abril.

Este ajuste de precios fue una consecuencia directa del alza en el costo de las materias primas como la harina, la levadura y las grasas, sumado a los incrementos en alquileres y servicios. Mantener los valores artificialmente bajos implicaba trabajar a pérdida, una situación insostenible.

“Hace seis meses que no aumentamos el precio porque íbamos a seguir perdiendo venta. Pero llega un momento que el costo de producción te supera ampliamente y no te queda otra que aumentar”, explicó Pinto. El dilema es circular: si suben los precios, cae el consumo; si no los suben, cierran por costos. «El problema no es si aumentamos o no: el problema es que la gente no tiene un mango en el bolsillo y no puede comprar», sintetizó.

Dos realidades paralelas y la nueva «pandemia»

El secretario de la Cámara de Industriales Panaderos cuestionó el discurso oficial de recuperación económica al contrastarlo con la realidad de la calle. Con una jubilación mínima de $320.220 y un salario promedio de $537.024 (según el INDEC), el poder adquisitivo es insuficiente para sostener el consumo básico.

Pinto denunció la existencia de «dos países paralelos»: el que reporta baja inflación y suba de sueldos en dólares, y «la realidad que vivimos todos los argentinos que no llegan a fin de mes, que se cagan de hambre, que se quedan sin trabajo». Subrayó la situación dramática de los jubilados, quienes deben elegir entre comer o comprar sus medicamentos.

La crítica apunta al modelo económico que, según el dirigente, beneficia a un sector minoritario: «Ellos quieren un país para un 30%, el otro 70% nos quedamos afuera o nos caemos del mapa. Los ricos cada vez más ricos y los trabajadores indigentes».

La comparación final de Pinto dimensiona la magnitud de la crisis: «En la pandemia no cerramos ninguna panadería; con este gobierno, 1.750. Esta es la verdadera pandemia. La de la derecha y la del ajuste».

La crisis que ha provocado el masivo cierre de panaderías es un indicador de la vulnerabilidad de las pymes ante un escenario de costos crecientes y demanda inexistente, confirmando que la recesión impacta con mayor dureza en el tejido productivo que sostiene el empleo local.