Riesgos del “lenguaje perruno”: por qué no deberías hablarle a tu perro como si fuera un bebé

Lenguaje perruno, ese tono agudo y melodioso usado por millones de dueños con sus mascotas, si bien refuerza el vínculo emocional, genera confusión y problemas de obediencia que pueden comprometer la seguridad del animal, advierten expertos en conducta canina.

La ciencia del tono: afecto vs. instrucción en la comunicación canina

El acto de hablarle a las mascotas con una voz extremadamente suave y alta, conocido como «lenguaje infantilizado» o «lenguaje perruno», es un gesto de cariño casi universal. Para muchos tutores, esta práctica es instintiva y tierna, e incluso la ciencia ha confirmado que tiene un impacto emocional positivo. Sin embargo, en el intersección entre el afecto y la instrucción, los expertos en conducta canina alzan una advertencia clara: si el objetivo es la educación, la consistencia y la seguridad del perro, este hábito podría ser más problemático de lo que se imagina.

El punto central de la crítica radica en la confusión que este tipo de lenguaje genera en el can. Los perros, al pertenecer a una especie diferente, procesan la realidad y las señales vocales de una manera distinta a los humanos. Cuando un tutor imposta la voz de manera exagerada y la combina con una falta de pautas claras de convivencia, el perro no logra asociar esa entonación errática con una orden concreta.

El problema de la falta de claridad en el aprendizaje

En lugar de procesar una instrucción, el animal termina escuchando un «ruido emocional», una ráfaga de afecto sin referencias claras de conducta.

Esta falta de claridad es particularmente perjudicial en las primeras etapas de la vida del perro o cuando se incorpora a un nuevo hogar. Cuando el animal es colmado de mimos con un tono inconsistente, pero sin directrices firmes sobre lo que está permitido y lo que no, pueden derivarse serios problemas de comportamiento.

Entre las consecuencias más comunes se encuentran las fallas en la obediencia, que a largo plazo pueden escalar a ansiedad por separación y ladridos excesivos. El perro necesita un guía firme y predecible, no una fuente constante de sonidos emocionales que no se traducen en acciones esperadas.

Seguridad en espacios públicos: la clave de un tono firme

Más allá de los desafíos educativos dentro del hogar, existe un componente crucial de seguridad. En espacios públicos transitados, como parques, plazas o aceras con tráfico, la vida del perro y, a veces, la de terceros, depende de una reacción rápida y precisa a una orden.

Dar una orden crucial —como «Ven», «Quieto» o «Suelta»— con una voz insegura, dubitativa o aniñada puede hacer que el perro no reaccione a tiempo. Para los adiestradores, el éxito de la comunicación pasa por utilizar órdenes en las que el animal pueda asociar de manera correcta la acción solicitada con el sonido. Esto se consigue utilizando frases cortas y claras, y un tono calmo pero firme.

El perro, como ser social, responde mucho mejor a la calma y la autoridad implícita de una voz estable.

El innegable beneficio emocional

A pesar de las advertencias conductuales, la ciencia no niega el poder del lenguaje perruno para estrechar el vínculo afectivo. Investigaciones publicadas en revistas de prestigio, como Communications Biology, han confirmado que los perros responden de manera más atenta a los tonos agudos y las palabras simples, un fenómeno similar al observado en la comunicación con bebés humanos.

Estudios avanzados, que han utilizado resonancia magnética funcional (fMRI), han demostrado que los cerebros de los perros se activan significativamente —iluminándose las áreas de procesamiento emocional y auditivo— al escuchar voces afectuosas y de tono alto. Esta sensibilidad no solo capta su atención, sino que también estimula la liberación de oxitocina, conocida como la hormona del amor, en ambos participantes de la interacción. Este intercambio bioquímico es fundamental para la formación de un vínculo afectivo profundo y duradero.

Consistencia y claridad: el equilibrio ideal

El consenso entre los expertos es que la clave está en el equilibrio y la consistencia. El tono cariñoso y agudo es un excelente recurso para mantener la atención del can y reforzar los lazos afectivos en momentos de juego o descanso. Sin embargo, cuando el objetivo primordial es corregir hábitos, establecer límites o garantizar la obediencia en una situación crítica que involucre su seguridad, los expertos son categóricos: se debe dejar de lado el tono de bebé.

La comunicación efectiva con un perro requiere un lenguaje claro, consistente y con un tono firme. El animal necesita entender que la voz de su tutor no solo es una fuente de afecto, sino también una señal inequívoca de instrucción y seguridad.