Florencio Molina Campos, el artista que pintó el alma del gaucho argentino
A 134 años de su nacimiento, recordamos a Florencio Molina Campos, el pintor que supo capturar la esencia del hombre de campo y sus costumbres en obras que se convirtieron en un ícono de la cultura argentina.

Sus obras, llenas de humor, detalle y un profundo conocimiento del campo, inmortalizaron al gaucho y sus tradiciones, y le valieron un reconocimiento que cruzó las fronteras del país, llegando incluso a colaborar con el mismísimo Walt Disney.
De la estancia a los almanaques: los inicios de un genio Nacido en Buenos Aires en 1891, Molina Campos mostró un interés temprano por el dibujo, una pasión que cultivó durante sus vacaciones en la estancia familiar «Los Ángeles» en General Madariaga. Allí, en la inmensidad de la pampa bonaerense, encontró la inspiración en el capataz Tiléforo Areco, quien se convertiría en su personaje más recurrente y en un símbolo de sus creaciones.
Desde sus primeras exposiciones en 1924, Molina Campos demostró su talento para capturar la vida cotidiana del campo con una técnica meticulosa. Su proceso creativo era fascinante: pintaba primero los cielos, luego las figuras, y dejaba los detalles finales para los ojos, logrando que sus personajes expresaran una humanidad y un humor inigualables. Tras experimentar con diversas técnicas, la témpera se convirtió en su medio favorito, permitiéndole crear esas texturas y colores vibrantes que caracterizan su obra.
El punto de inflexión en su carrera llegó en 1930, cuando comenzó a trabajar para la icónica firma Alpargatas. Durante 15 años, sus dibujos adornaron los famosos almanaques de la empresa, que se distribuían masivamente en todo el país. Fue a través de estos almanaques que Molina Campos alcanzó una difusión sin precedentes, llegando a cada rincón de Argentina y convirtiendo a sus gauchos en un símbolo popular.
El salto internacional y la colaboración con Walt Disney El talento de Molina Campos no pasó desapercibido en el extranjero. En 1937, viajó a Estados Unidos, donde sus obras se exhibieron en galerías de prestigio y formaron parte de colecciones universitarias. Sin embargo, su colaboración más destacada fue con Walt Disney.
Entre 1942 y 1950, Molina Campos se desempeñó como asesor técnico de Disney, aportando su conocimiento profundo del folklore argentino y el entorno rural para dar autenticidad a producciones animadas. Su influencia se puede ver en películas como «El gaucho volador», «Goofy se hace gaucho», «Saludos, amigos» y «Los tres amigos», entre otras. Esta colaboración fue un hito en su carrera y en la historia de la animación, demostrando la universalidad de su arte.
Un legado que trasciende el arte Además de su faceta como pintor, Molina Campos fue un educador comprometido con la comunidad rural. En 1955, inauguró una escuela en su chacra en Moreno para los hijos de las familias rurales, un gesto que evidencia su profundo respeto por el hombre de campo y su legado.
Molina Campos falleció en 1959, pero sus obras siguen siendo una fuente de inspiración. Sus pinturas, que combinan el humor, la ironía y el cariño por la vida del gaucho, son un testimonio invaluable de una época y una forma de vida que se resiste a desaparecer. Su arte se ha convertido en una pieza fundamental del patrimonio cultural argentino, y su nombre, sinónimo del gaucho inmortalizado en cada trazo, sigue siendo recordado y valorado en todo el mundo.