Comer afuera, un lujo recortado: El 76% de los argentinos achicó sus gastos

El alto costo de la vida y la turbulencia económica impactan de lleno en los hábitos de consumo. Una encuesta nacional revela que casi ocho de cada diez argentinos restringieron las visitas a restaurantes y bares en el último año, una señal elocuente de las prioridades que impone la coyuntura, aunque los encuentros sociales y las celebraciones aún resisten la poda.

La crisis económica y la galopante inflación han reconfigurado drásticamente los patrones de consumo en los hogares argentinos, y uno de los hábitos que más claramente refleja esta retracción es el de salir a comer afuera. Un reciente estudio nacional, realizado en marzo pasado por la división Insights de la consultora Kantar, arroja una cifra contundente que funciona como una verdadera señal de época: un abrumador 76% de los argentinos declaró haber reducido la frecuencia con la que visita restaurantes, bares o cafeterías en el último año.

Este dato, que pone en evidencia cómo los gastos considerados «no esenciales» son los primeros en ser ajustados en tiempos de billeteras flacas, se agudiza aún más al observar el comportamiento por segmentos socioeconómicos. En los sectores de menores ingresos, la caída en las salidas a comer o cenar fuera de casa es todavía más pronunciada, alcanzando un impactante 85% de las personas que debieron achicar o eliminar este gasto. Esto subraya el carácter de lujo o, al menos, de prescindibilidad que la actual situación económica le ha impuesto a una actividad que hasta no hace mucho formaba parte más habitual del esparcimiento o la rutina semanal de muchas familias y grupos de amigos.

El precio, principal barrera para sentarse a la mesa

La encuesta de Kantar no solo cuantificó la magnitud de la retracción, sino que también indagó en los motivos que impulsan a los argentinos a quedarse en casa o buscar alternativas más económicas. Y en este punto, la respuesta es contundente y previsible: el alto costo de comer afuera se posiciona como el principal desincentivo, señalado por un 74% de los encuestados. Con los precios de los menús y las consumiciones siguiendo de cerca el ritmo de la inflación general, la ecuación económica simplemente no cierra para una gran mayoría de la población, que prioriza destinar sus ingresos a cubrir necesidades básicas como alimentos, servicios y alquiler.

Sin embargo, la decisión de reducir las salidas no obedece únicamente a razones monetarias, aunque sean las predominantes. Otros factores, relacionados con la experiencia misma del servicio, también juegan un papel importante. El tiempo de espera, ya sea para conseguir mesa, para ser atendido o para recibir los platos, fue mencionado como un desincentivo significativo por el 41% de los consultados. En un contexto donde el valor percibido por el servicio debe justificar un gasto considerable, las demoras excesivas se convierten en un punto en contra que desalienta la visita.

Un tercer motivo de peso, particularmente relevante para un segmento de la población, son las malas experiencias previas, citadas por el 30% de los encuestados. Este factor, que puede abarcar desde deficiencias en la calidad de la comida o la atención hasta problemas con la ambientación o la relación precio-calidad, resultó estar muy marcado entre los jóvenes de 18 a 24 años. Esta observación es crucial, ya que sugiere que las nuevas generaciones no solo son sensibles al precio, sino que también valoran enormemente la calidad de la experiencia general, y están menos dispuestas a tolerar fallas que justifiquen el gasto.

¿Quiénes salen y por qué? la persistencia del encuentro social

A pesar del panorama general de retracción, el estudio también arroja luz sobre aquellos que, en mayor o menor medida, mantienen el hábito de salir a comer o tomar algo. Un 42% de los encuestados afirmó seguir manteniendo esta práctica con una frecuencia de al menos una vez por mes o por semana. Esto demuestra que, para un segmento de la población, salir de casa para compartir una comida o bebida sigue siendo una necesidad o un placer al que no renuncian completamente, ajustando quizás la frecuencia o el tipo de lugar elegido.

Los motivos que impulsan a este grupo a seguir saliendo están fuertemente ligados a la esfera social y emocional. La razón principal es la de socializar, mencionada por un 66% de quienes aún salen. Los encuentros con amigos, familiares o compañeros de trabajo en un ambiente distendido fuera del hogar siguen siendo un motor fundamental. En segundo lugar, las celebraciones (cumpleaños, aniversarios, logros, etc.) son el motivo para un 33% de los que mantienen el hábito. Este porcentaje asciende notablemente a un 44% entre los adultos de 35 a 49 años, una franja etaria donde quizás las reuniones familiares o con grupos de amigos ya establecidos tienen un peso específico mayor.

Los espacios preferidos: Entre la informalidad y la experiencia rápida

Cuando los argentinos deciden salir, ¿qué tipo de establecimientos eligen? Según la encuesta, los restaurantes casuales se llevan la mayor preferencia, siendo elegidos por el 61% de los encuestados. Este tipo de locales, que suelen ofrecer un ambiente relajado y menús variados a precios generalmente más accesibles que la alta cocina, parecen ser el punto de encuentro predilecto.

En segundo lugar se ubica la comida rápida, elegida por el 38%. Esta opción es particularmente popular entre los jóvenes de 18 a 34 años, para quienes la rapidez, los precios competitivos y, a menudo, el ambiente informal y centrado en el público joven, resultan atractivos.

Finalmente, las cafeterías son el lugar preferido para el 29% de los argentinos que salen, mostrando una predilección aún mayor entre los jóvenes de 18 a 24 años (41%). Las cafeterías ofrecen un espacio para encuentros más cortos, meriendas o desayunos, con un gasto generalmente menor al de una comida completa, adaptándose quizás a la menor disponibilidad presupuestaria de este grupo etario o a la naturaleza de sus encuentros.

El desafío de la experiencia en tiempos difíciles

El contexto actual plantea un desafío mayúsculo para la industria gastronómica. Luciana Dellisanti, Client Lead de Kantar Insights Argentina, señaló que «En tiempos de turbulencia económica, las marcas deben ir más allá de la conveniencia. Ofrecer una experiencia significativamente diferente es clave». Esta afirmación encapsula la nueva realidad: con el precio como una barrera tan alta, solo aquellos establecimientos que logren ofrecer un valor agregado real en términos de experiencia (calidad del servicio, ambiente, propuesta gastronómica diferencial) podrán justificar el gasto y atraer a los clientes, especialmente a los más jóvenes.

El informe subraya que las nuevas generaciones son más exigentes: no les basta con un buen precio; buscan vivir experiencias gratificantes que validen la decisión de gastar en una salida. Esta demanda de «experiencias» por encima de la mera transacción económica representa tanto un reto para los establecimientos tradicionales como una enorme oportunidad para aquellos innovadores que logren diferenciarse y conectar con las expectativas de un consumidor que, aunque restringido en su gasto, es más sofisticado en sus demandas de valor y calidad integral en el servicio.

En conclusión, la drástica reducción de las salidas a comer afuera es un síntoma claro de la presión económica que sufren los hogares argentinos. Sin embargo, la persistencia de esta práctica para socializar y celebrar, sumada a la creciente demanda de experiencias de valor por parte de las generaciones más jóvenes, sugiere que el futuro de la gastronomía no solo dependerá de ajustar precios, sino fundamentalmente de reinventar la propuesta para ofrecer algo que, aun en tiempos difíciles, valga la pena el esfuerzo de sentarse a la mesa afuera.