La confianza del consumidor se derrumba un 6,7%
El índice medido por la Universidad Torcuato Di Tella registró su segunda caída consecutiva. La baja refleja el impacto de la gestión de Milei en los hogares.

La imagen de Javier Milei no es lo único que cae en picada. Mientras el consumo de carne toca su nivel más bajo en tres décadas y los salarios siguen sin alcanzar la inflación, otro indicador confirma el deterioro del bolsillo de los argentinos. El Índice de Confianza del Consumidor (ICC) cayó un 6,7% en marzo, según la Universidad Torcuato Di Tella. Se trata de la segunda baja consecutiva, tras el retroceso del 0,3% registrado en febrero.
Los datos, obtenidos entre el 5 y el 14 de marzo a partir de 1000 encuestas, reflejan el golpe de la situación económica en las expectativas de la población. Dentro del indicador, las «Condiciones Presentes» cayeron un 1,23% y las «Expectativas Futuras» se desplomaron un 9,99%. En otras palabras, el malestar no solo es una foto del presente, sino una película que se proyecta en un futuro poco alentador.
El desánimo se distribuye de manera desigual según el nivel de ingresos. En los hogares de menores ingresos, la confianza bajó un 6,17%, mientras que en los de mayores ingresos la caída fue del 7,43%. Paradójicamente, si se comparan los datos con los de marzo de 2024, hay un crecimiento interanual del 20,3%, impulsado sobre todo por los sectores con mayores ingresos, que aumentaron su confianza en un 25,63%, frente al 14,75% de los sectores más bajos.
A nivel geográfico, la confianza del consumidor también mostró un retroceso generalizado en marzo. En el Interior del país cayó un 3,86%, en la Ciudad de Buenos Aires bajó un 4,09%, y en el Gran Buenos Aires se desplomó un 9,29%. Sin embargo, la comparación interanual muestra un panorama distinto: el GBA fue la región con mayor recuperación en el último año, con un aumento del 20,52%, seguido por el Interior (20,35%) y CABA (19,27%).
Los datos confirman lo que se palpa en la calle: el modelo de ajuste de Milei impacta de lleno en el consumo y la confianza de la población. Si bien el gobierno insiste en que la economía está en un «proceso de saneamiento», los indicadores muestran que la paciencia de los consumidores también tiene un límite.