Crisis textil: la caída de la demanda detrás de la baja en los precios
La industria de la indumentaria enfrenta rentabilidades negativas pese a la deflación registrada en enero.
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En enero, el sector de prendas de vestir y calzado registró su primera deflación desde 2019, con una caída del 0,7%, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). Sin embargo, lejos de ser una buena noticia, la Fundación Pro Tejer advirtió que esta baja se debe a un alarmante desplome en la demanda.
De acuerdo con la entidad, la caída de precios no responde a una apertura económica ni a un aumento de la competencia, ya que las importaciones de ropa también disminuyeron. «No se vende ni nacional ni importado», señalaron, subrayando que muchas empresas operan con rentabilidades negativas y hacen esfuerzos por sostener el empleo ante un mercado asfixiado por la caída del consumo.
En contraste, algunos economistas atribuyen la deflación a la apertura de importaciones y a las rebajas anticipadas por cambio de temporada. No obstante, el informe de Pro Tejer desestima esa explicación, destacando que los costos crecientes en dólares y la baja sostenida del consumo están erosionando la viabilidad de las empresas. Esta situación impacta no solo en la rentabilidad, sino también en la capacidad de mantener puestos de trabajo.
El ministro de Economía, Luis Caputo, se refirió al escenario de precios altos en la indumentaria local y pronosticó que estos caerán «fuertemente en los próximos doce meses» gracias a la competencia. En una entrevista televisiva, ejemplificó que una prenda que se vende a 500 dólares en Argentina cuesta la mitad en Chile debido a la mayor competencia. Según Caputo, la apertura de las importaciones impulsará una baja de precios significativa.
A pesar de este pronóstico optimista, la industria textil enfrenta un panorama sombrío. Las empresas advierten que sin una recuperación en el consumo, la caída de precios será insostenible y se traducirá en cierres y despidos. El desafío radica en equilibrar la apertura económica con políticas que impulsen la demanda interna y protejan el empleo.
En conclusión, la baja en los precios de la ropa esconde una crisis profunda. Mientras el Gobierno apuesta a la competencia como motor de precios más accesibles, el sector textil reclama medidas urgentes para enfrentar una coyuntura marcada por la recesión y la pérdida de rentabilidad. El tiempo dirá si la estrategia oficial logra reactivar el consumo o si, por el contrario, profundiza el deterioro de una industria clave para el empleo y la producción nacional.