Frankenstein: La génesis de un mito literario que marcó el mundo

El 1 de enero de 1818, la literatura cambió para siempre con la publicación de Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley. Este hito no solo dio origen a la ciencia ficción como género literario, sino que planteó profundas reflexiones sobre la ética científica y la naturaleza humana.

Mary Shelley, con apenas 20 años, dio vida a una obra que sigue siendo relevante más de dos siglos después. Nacida de una apuesta entre amigos durante una noche lluviosa en Suiza, la historia se convirtió en un relato inmortal sobre el límite del conocimiento y sus consecuencias.

La novela narra cómo Victor Frankenstein, un científico obsesionado con la creación de vida, desafía las leyes de la naturaleza. En su laboratorio, da vida a un ser compuesto de partes humanas, pero, al enfrentarse al resultado, lo abandona. La criatura, consciente de su soledad y rechazado por su creador y la sociedad, se transforma en un ser que busca venganza.

Shelley supo combinar el contexto científico de su época con los dilemas éticos que conlleva la ambición desmedida. En pleno auge de los avances en electricidad y anatomía, Frankenstein planteó preguntas vigentes: ¿cuáles son los límites de la ciencia? ¿Es la humanidad responsable de sus creaciones?

El impacto de la obra trascendió su tiempo. Frankenstein inspiró cientos de adaptaciones en teatro, cine y televisión, consolidando a la criatura como un ícono cultural. Su influencia se extiende desde las películas clásicas de Boris Karloff hasta debates contemporáneos sobre inteligencia artificial y bioética.

La novela no solo capturó el espíritu de su tiempo, sino que abrió el camino a historias que cuestionan el papel del ser humano como creador. En cada lectura, Frankenstein continúa desafiando a sus lectores a enfrentar sus miedos más profundos y reflexionar sobre la responsabilidad de nuestros actos.

Hoy, más de dos siglos después, recordamos esta obra maestra como una creación tan inmortal como la criatura misma. Mary Shelley no solo escribió una novela: creó un mito que sigue vivo en nuestra cultura, recordándonos que el conocimiento, sin ética, puede convertirse en un monstruo.