Las Pastillas del Abuelo y La Vela Puerca encendieron la segunda noche del Cosquín Rock
Acompañados por un público al que la lluvia no le sacó las ganas de arengar, Las Pastillas despidió la noche más convocante de la 16a. edición del festival.
La banda Las Pastillas del Abuelo despidió la noche más convocante, hasta ahora, de la 16a. edición de Cosquín Rock con un amplio repertorio que incluyó canciones de su potente álbum «Paradojas», recientemente lanzado, y los clásicos infaltables de sus recitales.
«No sé en qué orden se dan las cosas. No sé si este disco nos encuentra de otra manera o si nosotros, para hacer el disco, influenciamos nuestro presente, porque por lo general sucede eso», sostenían Juan «Pity» Fernández (voz) y Diego Bozzalla (guitarra) una hora antes de la presentación, en conferencia de prensa.
Lo cierto es que este trabajo muestra, en el septeto, un costado más crudo que, tal vez, en trabajos anteriores no se dejaba apreciar con tanta claridad: esas coyunturas de la vida personal que disparan la mente y la inspiración para un lado amable o caso contrario, más furioso.
Cerca de la una de la madrugada la sólida banda que hace trece años se completa con Alejandro Mondelo (multiinstrumentista), Joel Barbeito (saxo), Juan Comas (batería), Santiago Bogisich (bajo) y Fernando Vecchio (guitarra), subió al escenario y la lluvia pareció por unos minutos ceder, pero fue sólo una ilusión.
Desde las últimas dos canciones de Don Osvaldo, otra de las figuras de la noche del escenario central de este sábado, la lluvia -que durante la tarde había sido sólo una amenaza- se mantuvo constante hasta el final, por momentos con mayor intensidad y, por otros, como llovizna.
Sin embargo, eso no fue en absoluto una molestia para el público del día más convocante del festival que, durante los recitales de Eruca Sativa, Guasones, La Vela Puerca y Las Pastillas del Abuelo, arengó bajo el agua, sin darse un respiro.
Como los dos álbumes anteriores de Las Pastillas, «Crisis» y «Desafíos», el flamante trabajo «Paradojas», está atravesado por la situación personal de cada uno de los músicos y la coyuntura social: «Desde lo social se han dado resultados paradójicos desde hace un tiempo, y desde el humano, algunos seguimos procreando y eso te acerca un montón de paradojas y contradicciones», expresaron los músicos.
Una vez sobre el escenario, el septeto interpretó «Inercia» y «Absolutismos», las dos primeras canciones de la lista de temas que se contemplan en el nuevo disco junto a «Saber hacer», «Rompecabezas de amor», «Permiso y prometo» y «Milagroso eslabón», estos dos últimos temas inspirados en la paternidad.
Sin esconderse bajo la comodidad del techo del escenario, los músicos caminaron por la pasarela y desafiaron el agua junto a varios de los más populares temas de su discografía y que sus seguidores esperaban escuchar, como «¿Me juego el corazón?», «Locura y realidad», «Viles Medios!» y «Leer y escribir», y los bises comandados por «Ojos de dragón» y «Viejo karma», que tuvieron la compañía del coro popular.
Horas antes, minutos pasados de las siete de la tarde y tras la gran actuación de Ojos Locos, banda oriunda de Villa Real, que ya había congregado a una enorme cantidad de fanáticos del rock «chabón», con banderas, pancartas, insignias y remeras con frases alusivas a sus canciones, llegó Don Osvaldo, el grupo conformado por los ex Callejeros Pato Fontanet (voz) y Cristián Torrejón (bajo).
Fontanet observaba el predio; miraba por sectores y se tomaba su tiempo para ver cada espacio mientras cantaba «Guiños», canción con la que abrió su show. Por momentos, su expresión reflejaba una incredulidad ante lo que veía; la energía que el público se había reservado ayer, ya tenía su destinatario.
El gran fenómeno que despertó el grupo, que se completa con Abel «Crispín» Pedrello (guitarra), Luis Lulú Lamas (batería) y Álvaro Pedi Puentes (guitarra), se embelesó con una infinidad de banderas, entre las más abundantes se destacaban -por supuesto- las de Callejeros y Don Osvaldo.
Un ejemplo de ese fervor que se originó sólo con la llegada del quinteto al espacio central fue Maximiliano, un riojano, de 30 años, que viajó con siete amigos más para disfrutar de varias bandas que tocaban en Cosquín pero, por sobre todo, escuchar a Don Osvaldo.
Él, como la mayoría de las personas que buscaban con ansiedad un espacio frente al escenario, se agarraba la cabeza ni bien comenzaban a sonar los primeros acordes de cada canción, y cantaba las letras a los gritos.
Los temas aún vigentes de Callejeros, entre ellas «La llave», «Presión», «Si me cansé» con Estefanía Corsini al violín, «Ilusión» y «No somos nadie», encontraron su eco entre grupos de seguidores de diferentes franjas etarias, que incluía tanto a adolescentes de 14 años como a personas que triplicaban esa edad.
Por el aire se veían, de a ratos, zapatillas que los fanáticos arrojaban a modo de homenaje por los fallecidos en la tragedia de Cromañon: las zapatillas como símbolo de ausencia marcan desde hace un tiempo cada recital de Don Osvaldo.
Fueron 20 temas en casi dos horas de recital -el más extenso de las dos primeras jornadas del festival-, donde los músicos incluyeron también un repaso por su álbum debut, «Casi Justicia Social», lanzado en noviembre del año pasado.
Sorprendente fue ver también cómo el quinteto logra que a un adolescente se le cuelen por los huesos el tango y la milonga, y cante con sentimiento sobre armonías de los géneros musicales identitarios del país: de ese modo se vivió con «Fantasía y realidad».
El paso del tiempo, la tragedia de Cromañón y la posibilidad latente de que Fontanet y Torrejón tengan que volver a la cárcel, no ha menguado la convocatoria del grupo, que desde hace meses gira por el país aunque eludiendo siempre la Capital Federal y el Gran Buenos Aires.
La amistad con Palazzo, organizador del Cosquín, quien se encarga de la programación de las giras de Fontanet y su grupo, convirtieron a Don Osvaldo en una banda cuasi cordobesa, aunque discretamente el vocalista retorno a Villa Celina y alli tienen una sala de ensayo.
Don Osvaldo se despidió de su gente cerca de las 21.30 para darle paso al notable power trío Eruca Sativa, que enfatizaron sobre las canciones de su último álbum «Huellas digitales», y luego de Guasones, y su desafiante actitud frente una lluvia considerablemente fría, fue el turno de La Vela Puerca, primera banda uruguaya en pisar la nueva entrega de Cosquín Rock, que no se quedó atrás y logró mantener encendida la euforia del público, como lo hace en cada recital que ofrece en el país.
Mientras tanto en el escenario reggae, con personas no tan eufóricas como las que saltaban enérgicamente frente al espacio principal, actuaban Fidel Nadal, Ponto de Equilibrio, Dancing Mood, el hijo del creador de Culture, Kenyatta Hill, y Nonpalidece, que debió acortar su show y no pudo recrear por completo el homenaje que tenía previsto para Bob Marley, en otra nueva víspera aniversario de su nacimiento.
La carpa Geiser, que se había inaugurado con Armant, trío que lidera Simón Pedro Bosio (hijo de Zeta Bosio), continuó con shows de Los Asteroids, Un, los locales de Rayos Láser, Catupecu Machu, Diosque en formato banda, e Infierno 18, quienes clausuraron el espacio.
Hay una nueva generación de bandas. La suerte de renovación musical que se está gestando se hizo visible ayer con el show de Callate Mark, cuarteto comandado por Florian Fernández Capello, hijo de Vicentico; continuó ayer con Armant; y tendrá su tercera figura esta tarde con Zero Kill, liderada por Benito Cerati, hijo del gran compositor Gustavo Cerati.
Por último, el escenario alternativo contó con un imitador de Charly García que animó la Bizarren Miusik Parti junto al eterno adolescente, ahora más queer, Pablo Ruiz, minutos después de que se presentara Sol Pereyra, Marilina Bertoldi y Favio Posca con su show de stand up.