Lenguaje canino: por qué los perros lamen a las personas y qué intentan comunicar

Expertos en etología advierten que, si bien el lamido suele asociarse al afecto, también puede ser una señal de estrés, sumisión o simple exploración sensorial de los dueños.

Para cualquier propietario de un perro, recibir un lengüetazo es una experiencia cotidiana que, por lo general, se traduce como un «beso» o una muestra de amor incondicional. Sin embargo, detrás de este gesto común se esconde un complejo sistema de comunicación que los caninos desarrollan desde su nacimiento. Veterinarios y especialistas en comportamiento animal sostienen que el lamido es una herramienta multifuncional que los perros utilizan para interactuar con su entorno, regular sus emociones y transmitir mensajes que van mucho más allá del cariño.

Este comportamiento tiene sus raíces en los primeros días de vida. Los cachorros lamen el rostro de sus madres para solicitar alimento o atención, una conducta instintiva que en la adultez se traslada a los humanos. Al percibir a las personas como parte de su núcleo social, el perro utiliza la lengua como un puente para establecer contacto, aunque el significado exacto depende estrictamente del contexto y del estado emocional del animal.

Más allá del afecto: sumisión y exploración

Si bien es cierto que muchos perros lamen para saludar o reforzar el vínculo —especialmente cuando muestran una postura relajada y mueven la cola con suavidad—, existen otros factores que impulsan esta conducta. En el lenguaje canino, el lamido funciona frecuentemente como una señal de apaciguamiento. Cuando un perro se siente intimidado o percibe tensión, puede lamer las manos o el rostro de una persona para indicar que no es una amenaza y buscar reducir el conflicto.

Por otro lado, la lengua es un órgano sensorial fundamental. Los perros se sienten atraídos por los sabores y olores de la piel humana, como el rastro del sudor, cremas corporales o restos de comida. En estos casos, el lamido es puramente exploratorio: el animal simplemente está «leyendo» la información química que su dueño trae del exterior o procesando texturas que le resultan interesantes.

El lamido como herramienta de autorregulación

Un aspecto poco conocido es la función del lamido en la gestión del estrés. Los especialistas explican que lamer libera endorfinas en el cerebro del perro, lo que produce un efecto calmante. Por este motivo, algunos animales recurren a este gesto de manera compulsiva cuando se sienten ansiosos, aburridos o ante cambios bruscos en su rutina.

Es aquí donde los dueños deben prestar especial atención. Si el lamido se vuelve constante, insistente o difícil de interrumpir, podría ser un síntoma de un trastorno de ansiedad o una conducta estereotipada que requiere intervención profesional. La clave está en observar si el gesto aparece en momentos de excitación excesiva o si el perro parece incapaz de detenerse por sí mismo.

¿Es necesario poner límites?

Desde la medicina veterinaria, la decisión de permitir o no el lamido es personal y depende de la higiene y las preferencias de cada hogar. No obstante, los etólogos coinciden en que, si se desea reducir esta conducta, lo ideal es ignorar al perro cuando lo hace y premiarlo cuando se mantiene tranquilo. El castigo nunca es la respuesta, ya que podría aumentar la ansiedad del animal y reforzar el lamido como una señal de miedo.

Entender que un perro no siempre está «dando besos» permite a los propietarios conectar mejor con las necesidades reales de su mascota. A veces, ese lengüetazo persistente no es un pedido de mimos, sino un pedido de calma o una manifestación de curiosidad por el mundo que los rodea.