Consumo de lácteos: se desacelera y no recupera el nivel pre Milei
El OCLA advirtió que la mejora de 2025 no compensa el derrumbe de 2024. Cae la demanda de productos premium y crecen los stocks por la debilidad del mercado.
El consumo de lácteos en Argentina enfrenta una barrera estructural que le impide volver a la normalidad. A pesar de haber registrado una mejora estadística durante 2025, el último informe del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA) encendió las alarmas: el rebote es débil, desigual y muestra signos de agotamiento en los últimos dos meses. Las ventas siguen muy por debajo de los niveles previos a la asunción de Javier Milei, consolidando un escenario de «primarización» de la dieta debido a la caída del poder adquisitivo.
Los números son fríos y contundentes. Entre enero y octubre de 2024, el mercado interno sufrió un desplome de 11,3 puntos en las ventas. En el mismo período de 2025, la recuperación fue de apenas 6,1 puntos. La matemática del bolsillo no cierra: el terreno perdido durante el ajuste inicial del gobierno libertario no ha logrado reconquistarse, dejando al sector y a los consumidores en una situación de vulnerabilidad.
La brecha que no se cierra
El análisis del OCLA revela que el consumo de lácteos no solo es menor en volumen total, sino que ha cambiado drásticamente en su composición. Si bien octubre mostró un leve repunte mensual, la tendencia de fondo es de una desaceleración preocupante.
El «efecto rebote» que se esperaba para el segundo semestre ha perdido fuerza. La industria se encuentra hoy más de cinco puntos abajo en comparación con 2023. Esta diferencia no es meramente estadística; representa millones de litros de leche que el mercado doméstico ya no puede absorber debido a la restricción presupuestaria de las familias.
El fenómeno de los quesos y la ineficiencia
Uno de los datos más reveladores del informe se centra en el mercado de quesos, el rubro que históricamente procesa más del 50% de la leche cruda del país. A primera vista, el dato parece positivo: las ventas de quesos igualaron el volumen de 2023. Sin embargo, el OCLA advierte sobre una «letra chica» técnica y comercial.
Para alcanzar ese mismo volumen de venta, la industria necesitó procesar más leche, lo que indica una menor eficiencia productiva o un cambio hacia quesos de menor rendimiento y calidad. La contracara de este fenómeno es la acumulación de stocks. Al no haber una demanda dinámica que traccione, los depósitos de las fábricas comienzan a llenarse, lo que suele presionar los precios a la baja en la salida de fábrica, afectando la rentabilidad de toda la cadena.
Adiós al valor agregado: la «primarización» del consumo
La crisis de ingresos ha modificado el changuito del supermercado. El reporte destaca una caída abrupta en la compra de productos de mayor valor agregado. Yogures, flanes, postres y leches saborizadas —los artículos que ofrecen mayor margen de ganancia a las empresas— son los primeros en ser recortados por los hogares.
En su lugar, el consumo de lácteos se ha volcado hacia los «commodities»: leche fluida básica (a menudo no refrigerada), quesos cremosos al peso y opciones de segundas o terceras marcas. Las familias buscan precio y rendimiento calórico, sacrificando calidad y variedad.
«En los últimos dos meses, se ha notado una desaceleración en el consumo, con menos demanda de productos de valor agregado, mientras que el consumo de commodities se ha mantenido gracias a mayores ofertas y promociones», detalla el documento del Observatorio. Esta estrategia de supervivencia del consumidor obliga a las marcas a sacrificar rentabilidad para mantener volumen, un equilibrio difícil de sostener en el largo plazo.
Tarifas vs. Alimentos: la puja por el salario
¿Por qué no repunta el consumo si la inflación general ha bajado? La respuesta del OCLA apunta a la estructura de gastos del hogar. Aunque el poder de compra medido en «litros de leche equivalentes» ha mejorado levemente en los últimos meses, el ingreso disponible real de las familias es menor.
Los fuertes incrementos en los servicios regulados —gas, energía eléctrica, agua, transporte— y en rubros inelásticos como salud y educación, están absorbiendo una proporción cada vez mayor del salario. Lo que antes se destinaba a mejorar la calidad de la alimentación, hoy se utiliza para pagar facturas. Esto reduce el margen para la compra de alimentos y bebidas, frenando cualquier intento de recuperación robusta en el sector lácteo.
Un futuro incierto para la cadena
El panorama para el cierre de 2025 y el inicio de 2026 es de cautela extrema. La desaceleración observada en el último bimestre sugiere que el mercado ha encontrado un «techo» bajo las condiciones económicas actuales.
La industria enfrenta el desafío de gestionar stocks crecientes en un mercado interno deprimido, mientras intenta colocar excedentes en el mercado internacional, que no siempre ofrece precios competitivos para compensar la baja doméstica. Mientras los ingresos reales no se recuperen de manera genuina y sostenida, el consumo de lácteos de calidad seguirá siendo un lujo para pocos, lejos de los estándares históricos de la Argentina.
