Repartidores de Rappi: en un año aumentaron 250% y exponen la crisis del empleo

Pasaron de 40 mil a 150 mil en un año. El dato revela la caída del salario real y el auge del trabajo informal ante la falta de puestos registrados.

El mercado laboral argentino atraviesa una mutación profunda y acelerada, y las plataformas digitales se han convertido en el termómetro más fiel de esta realidad. La cantidad de repartidores de Rappi experimentó un crecimiento explosivo del 252% en apenas un año, pasando de 40.000 a más de 150.000 trabajadores inscriptos. Este dato, lejos de ser únicamente un indicador de éxito empresarial, desnuda una problemática estructural: la destrucción del empleo formal y la búsqueda desesperada de ingresos en una economía en recesión.

El último «Índice Rappi», presentado por la compañía como un monitor del consumo en tiempo real, arroja cifras que obligan a una lectura dual. Mientras la fuerza laboral de la aplicación se triplicó, el ticket promedio de consumo cayó en términos reales. La ecuación es compleja: hay más personas dispuestas a trabajar entregando pedidos, pero los usuarios gastan menos, lo que genera una presión inaudita sobre los ingresos de cada repartidor y reaviva el debate sobre la precarización laboral.

La «uberización» como refugio ante la crisis

El salto de 43.048 a 151.874 repartidores que completaron al menos un pedido en el último año no es casual. Expertos y sociólogos laborales trazan un paralelismo directo con el fenómeno de las «remiserías» de los años 90 y la crisis de 2001. Ante la falta de oportunidades en el mercado formal, las plataformas de delivery funcionan hoy como el gran amortiguador social.

Este aluvión de nuevos trabajadores proviene de dos vertientes principales:

  1. Desempleados recientes: Personas expulsadas del sistema formal que utilizan la app como salvavidas inmediato.

  2. Trabajadores «pobres»: Empleados que, ante la licuación de sus salarios por la inflación, recurren al reparto como una segunda actividad para llegar a fin de mes.

Sin embargo, la expansión de la oferta laboral en la app no fue acompañada por una demanda proporcional. Según los datos de la empresa, las órdenes crecieron un 29,3%, una cifra respetable pero muy inferior al 250% de aumento en la cantidad de repartidores. La consecuencia matemática es inevitable: la torta se reparte entre muchas más manos, reduciendo la rentabilidad individual y aumentando la competencia interna.

Salarios a la baja y consumo retraído

El informe revela otro dato preocupante sobre la salud del bolsillo de los argentinos. Aunque la cantidad de comercios adheridos subió un 39%, el valor del ticket promedio solo aumentó un 21% nominal en un año, frente a una inflación interanual del 24,5% en el mismo periodo analizado.

Esto significa una caída del consumo en términos reales. Los usuarios piden, pero cuidan cada centavo. En un contexto donde una docena de empanadas roza los $30.000 y una pizza grande los $18.500, el margen para el consumo suntuario se achica. Para los repartidores de Rappi, esto se traduce en propinas más magras y una mayor dependencia de las tarifas base de la aplicación, en un esquema que carece de protección social, cobertura de ART o estabilidad garantizada.

Las organizaciones de repartidores vienen alertando sobre este «reemplazo silencioso»: el empleo con derechos cede terreno ante un modelo de «colaboradores» autónomos, donde la sobreoferta de mano de obra termina precarizando aún más las condiciones generales del ecosistema.

El trasfondo macroeconómico: menos empresas, menos empleo

Para entender por qué 110.000 personas decidieron colgarse la mochila de reparto en el último año, es necesario mirar los datos macroeconómicos que ofrece el Centro de Economía Política Argentina (CEPA).

Entre noviembre de 2023 y agosto de 2025, bajo el modelo económico de Javier Milei, se registró una pérdida neta de 276.624 puestos de trabajo registrados (-2,81%). El tejido empresarial también sufrió un golpe severo: desaparecieron 19.164 empleadores, lo que equivale a un cierre de casi 30 empresas por día.

Los sectores más golpeados son precisamente los que solían absorber gran parte de la mano de obra que hoy migra a las apps:

  • Transporte y almacenamiento: perdió 4.685 empleadores.

  • Comercio: sufrió la baja de 3.510 empresas.

  • Construcción e industria: registraron caídas de 1.790 y 1.974 empleadores respectivamente.

Esta sangría en el sector productivo explica la «marea humana» que busca refugio en la economía de plataformas. No se trata solo de una preferencia por la flexibilidad laboral, sino de una respuesta de subsistencia ante un mercado que expulsa trabajadores a un ritmo de 432 personas por día desde el cambio de gobierno.

Una expansión sin red de contención

El crecimiento del ecosistema digital, paradójicamente, no se traduce en una mejora de la calidad de vida de quienes lo sostienen. El hecho de que la cantidad de comercios activos haya caído levemente en la comparación mensual (0,01%) mientras el volumen de repartidores sigue en alza, sugiere que el mercado podría estar alcanzando un punto de saturación.

La discusión sobre la regulación de este tipo de trabajo vuelve a estar sobre la mesa. Con más de 150.000 personas dependiendo de una aplicación para obtener sus ingresos —una cifra que supera la población de muchas ciudades capitales de provincia—, el Estado y las empresas enfrentan el desafío de definir si este modelo será la norma del futuro laboral o un síntoma transitorio de una crisis profunda.

Por ahora, la realidad dicta que ni la cama ni la oficina esperan a estos miles de trabajadores; solo la calle, la aplicación y la esperanza de que caiga un nuevo pedido.