La historia compartida: Perros acompañaron a humanos en migraciones por Eurasia hace más de 10.000 años

Dos nuevos estudios de Science confirman que la relación perros y humanos es milenaria, revelando que los canes siguieron los patrones migratorios del Holoceno y que la diversidad morfológica canina es anterior a las razas modernas.

El vínculo inquebrantable: La historia de perros y humanos redefinida por el ADN antiguo

La milenaria relación de perros y humanos es mucho más profunda de lo que se creía. Nuevas e importantes investigaciones publicadas en la revista Science han confirmado que los cánidos no solo fueron compañeros, sino participantes activos en las grandes migraciones de las poblaciones humanas, demostrando ser el «fiel amigo del hombre» desde hace al menos $10.000$ años. El análisis de ADN antiguo y la morfología craneal están redefiniendo la historia compartida de ambas especies.

El primer estudio, que analizó 17 genomas de perros antiguos con edades que oscilan entre 9.700 y 870 años, arrojó una conclusión rotunda: los perros viajaron a la par de los humanos a lo largo de Eurasia y el Ártico durante el período del Holoceno. Los patrones de desplazamiento genético de los canes reflejaron los movimientos de cazadores-recolectores, agricultores y pastores hacia nuevas regiones. Los investigadores incluso sugieren que las comunidades humanas llegaron a intercambiar perros como parte de sus contactos culturales y sociales.

Para llegar a estas conclusiones, los científicos compararon estos genomas con otros 57 de perros antiguos, 160 de perros modernos y 18 genomas humanos. Esta combinación permitió rastrear con precisión los cruces de las poblaciones caninas con los flujos migratorios humanos. Los autores del estudio explican que es «evidente que la historia genética de los perros está íntimamente ligada a la historia de las sociedades humanas». Este hallazgo subraya que el proceso de domesticación fue un evento dinámico, marcado por múltiples contactos e intercambios culturales y genéticos.

La diversidad morfológica de los perros es mucho más antigua

Tradicionalmente se pensaba que la enorme diversidad física de los perros —desde un chihuahua hasta un gran danés— era un producto relativamente reciente, resultado de la cría selectiva intensiva de los últimos dos siglos. Sin embargo, un segundo estudio publicado en Science, con participación de equipos españoles, contradice esta narrativa, demostrando que la diversidad morfológica canina surgió mucho antes de la era de las exposiciones caninas.

Este segundo trabajo se centró en la anatomía, analizando en 3 un total de 643 cráneos de cánidos que abarcan 50.000 años de evolución. Los resultados son contundentes: los rasgos distintivos de la forma craneal de los perros, que marcan su diversidad física, aparecieron por primera vez hace unos 10.800 años, es decir, al inicio del Holoceno.

Los cráneos del Mesolítico ya mostraban rasgos modernos

Los investigadores encontraron que los primeros perros del Holoceno ya exhibían cerca de la mitad de la variabilidad morfológica que se observa en los perros modernos, y el doble de la que poseían los lobos del Pleistoceno. Aunque los tamaños eran más uniformes y carecían de las exageraciones de las razas modernas (como los hocicos extremadamente cortos o largos), la diversidad morfológica ya era notable.

«Los perros del Mesolítico y Neolítico ya poseían cráneos dentro del rango moderno, aunque más pequeños y menos diferenciados,» señalaron los expertos.

El uso de modelos digitales avanzados, creados mediante escáner láser y fotogrametría, permitió examinar detalladamente la evolución de estas formas a lo largo de los milenios. Los datos indican que los humanos primitivos, mucho antes de desarrollar la agricultura, ya estaban conviviendo con una población canina morfológicamente variada, aunque la cría selectiva posterior sí se encargaría de amplificar estos rasgos hasta los extremos que conocemos hoy.

Un vínculo biológico, genético y cultural

Ambos estudios coinciden en un punto crucial: la relación entre perros y humanos nunca fue solo biológica; fue fundamentalmente cultural. El perro se integró en las sociedades humanas desde tiempos muy tempranos, formando parte esencial de sus movimientos, sus economías (caza o pastoreo) y sus modos de vida.

Esta nueva evidencia científica obliga a la comunidad a redefinir el proceso de domesticación, que no debe verse como un evento lineal o único, sino como una compleja red de múltiples contactos, adaptaciones y mestizajes. La inmersión de los perros en las sociedades del Mesolítico y Neolítico fue tan profunda que su historia genética y la evolución de sus formas están intrínsecamente ligadas al desarrollo de la civilización humana. El perro no solo fue un testigo, sino un compañero activo en la construcción de la sociedad moderna.