El pánico de los años 80: La leyenda del «Hombre Gato» que aterrorizó a la provincia de Buenos Aires
La historia del Hombre Gato es una de las leyendas urbanas más inquietantes de Argentina. Nació en 1984, desató el pánico social con reportes de maullidos, rasguños y ataques sexuales, y se esfumó sin que se revelara nunca su verdadera identidad.
La aparición del Hombre Gato en Brandsen
En un contexto de transición y fragilidad social en Argentina, la localidad bonaerense de Brandsen fue el epicentro de un fenómeno que trascendió lo policial para instalarse en el imaginario colectivo como la leyenda del Hombre Gato. La historia, que se remonta a 1984, narra la aparición de una figura oscura y ágil, vestida de negro y con una máscara de felino, que acechó a los vecinos, especialmente a mujeres jóvenes en casas solitarias.
Los primeros reportes hablaban de maullidos fuertes, graves y rasguños metálicos en puertas y ventanas durante las noches, como si un animal de gran tamaño intentara ingresar. Al amanecer, los vecinos se encontraban con marcas de garras en las maderas, lo que alimentó el miedo. La policía, en un principio, minimizó los incidentes, atribuyéndolos a bromistas o amigos de los maridos que trabajaban en turnos nocturnos.
Del rumor al pánico social
La incredulidad policial se quebró el 3 de agosto de 1984, cuando una mujer denunció un ataque sexual cometido por un hombre disfrazado de gato negro. El relato, que escaló a los titulares de los diarios como Crónica, describía a un individuo alto, con un disfraz de felino, y que utilizaba cuchillas metálicas largas simulando garras, con las que hirió a su víctima.
La presión mediática fue inmediata, y la figura del Hombre Gato se convirtió en el tema dominante de conversación en radios, bares y hogares. El pánico se extendió rápidamente desde Brandsen a otras localidades como La Plata, Villa Elvira y Villa Celina, donde los vecinos denunciaban haber visto una silueta alta y escurridiza deslizándose con agilidad felina entre los techos y las copas de los árboles. Algunos testigos aseguraron haber visto ojos enormes y rojos en la oscuridad.
Teorías, sectas y la desaparición del misterio
La falta de identidad y el carácter insólito de los ataques dieron lugar a todo tipo de teorías y rumores. La prensa sensacionalista y el boca a boca popular llegaron a sugerir que el Hombre Gato no era una sola persona, sino una banda organizada. Entre las hipótesis más difundidas se encontraban:
- Secta de «Hombres Gato»: Se rumoreaba que eran un grupo de veinte hombres, a veces descritos como rubios y brasileños, entrenados en artes marciales o capoeira, que realizaban los ataques con fines ritualistas.
- Vínculos políticos/militares: En un clima posdictatorial, también se especuló que el grupo eran ex soldados o «sersoldados» creados por la última dictadura militar, utilizando el terror como herramienta de control.
El pánico fue tan grande que se organizaron grupos de vecinos armados para patrullar las calles junto a la policía. Se reportaron enfrentamientos y detenciones de personas confundidas con el atacante. Incluso se llegó a publicar la noticia falsa de que el Hombre Gato había muerto en un tiroteo en Ezeiza, donde las balas supuestamente le rebotaban, un elemento que solo sirvió para añadir misticismo a la leyenda.
Sin embargo, el fenómeno se esfumó tan rápido como llegó. Tras meses de terror, las denuncias se detuvieron, y el atacante, o los atacantes, desaparecieron sin dejar rastro ni ser identificados. Nunca hubo un arresto confirmado por los crímenes del Hombre Gato.
El legado de una leyenda urbana
Hoy en día, el Hombre Gato persiste como una de las leyendas urbanas más terroríficas de la provincia de Buenos Aires, un relato que, más allá de los hechos criminales reales, funcionó como un espejo de las ansiedades y la desconfianza social que marcaban la transición democrática argentina de los años 80. La intriga sobre su identidad y sus motivos permanece como un enigma en el folklore contemporáneo.
