Récord de morosidad familiar: El crédito se convierte en reflejo de la crisis y el ajuste

La morosidad familiar en Argentina alcanzó un nivel récord del 6,6% en agosto, superando picos históricos y revelando cómo la pérdida de poder adquisitivo obliga a los hogares a endeudarse para lo básico, llevando el crédito al borde del colapso.

El asfixiante récord de la deuda familiar

Morosidad familiar en Argentina se disparó a niveles no vistos en casi dos décadas. Los hogares argentinos atraviesan su peor crisis financiera reciente, con la irregularidad en los pagos de préstamos escalando al 6,6% en agosto, una cifra que pulveriza los picos registrados durante la crisis de 2009, la recesión de 2019 y los momentos más duros de la pandemia. Este dato, confirmado por el Banco Central (BCRA), es el más alto desde 2008 y duplica la tasa de marzo de este año, que ya se ubicaba en un preocupante 3,3%.

El dato global de la morosidad del crédito al sector privado en Argentina se ubicó en un 3,7% en agosto, marcando su mayor nivel desde 2022. Sin embargo, la verdadera alarma se enciende al desagregar la información, donde el segmento familiar actúa como un termómetro social: el ajuste económico y la persistente caída del poder adquisitivo han empujado a millones de argentinos al borde del incumplimiento. El crédito, que en teoría debería ser un motor de desarrollo y consumo, se ha transformado en un doloroso indicador del agotamiento financiero de la clase media y baja.

Radiografía del colapso crediticio minorista

La escalada de la morosidad no afecta a todos los tipos de crédito por igual. Los préstamos directamente vinculados al consumo diario y la financiación básica son los que presentan las cifras más críticas, evidenciando que el endeudamiento se está utilizando para cubrir necesidades esenciales ante la erosión salarial.

Los segmentos más deteriorados

  • Créditos personales: Con una tasa de morosidad del 8,2%, estos préstamos, utilizados a menudo para gastos inesperados o para completar el mes, son el foco de mayor preocupación.
  • Tarjetas de crédito: La morosidad se sitúa en el 6,7%, reflejando la creciente dificultad para afrontar los saldos y las cuotas de las compras cotidianas.

Mientras que los préstamos prendarios (vehículos) se mantienen en un 4,3%, los créditos hipotecarios —casi inexistentes en el actual sistema financiero— apenas registran un 0,9% de irregularidad. Esta disparidad subraya que la crisis de solvencia se concentra en las líneas de crédito de corto plazo y alto costo, las más accesibles y, paradójicamente, las más riesgosas para los hogares con ingresos fijos y decrecientes.

Ajuste monetario y el costo de vida

El deterioro del crédito minorista es un efecto directo de la política económica implementada, en particular por la estrategia del BCRA de mantener tasas de interés elevadísimas para combatir la inflación. Si bien esta medida busca enfriar la economía y estabilizar precios, su impacto colateral ha sido el estrangulamiento del crédito y el encarecimiento exponencial de la deuda existente.

Con salarios que pierden persistentemente la carrera contra la inflación y costos financieros que, en muchos casos, duplican la capacidad de ingresos mensuales, la única herramienta que queda a disposición de un sector creciente de la población es el endeudamiento para subsistir.

Un informe del Instituto Argentina Grande (IAG) detalla la dimensión del problema: uno de cada tres argentinos con ingresos está endeudado con el sistema financiero. Esto representa alrededor de 11,3 millones de personas que han tenido que recurrir a bancos o entidades para costear gastos básicos, principalmente la compra de alimentos. La deuda promedio de estos argentinos se ha disparado a un valor estimado de 3,7 millones de pesos.

El sistema bancario, por su parte, logra mantener su rentabilidad gracias a las ganancias financieras generadas por las altas tasas, mientras que el crédito productivo se estanca y el consumo a crédito se agota.

El crédito de consumo toca su techo

Los datos recientes sugieren que el ciclo de toma de nuevos préstamos personales por parte de las familias podría haber alcanzado su límite. El último informe del BCRA de agosto indica que las líneas de consumo apenas registraron un movimiento al alza del 0,7%. En contraste, la financiación destinada al segmento comercial se redujo un 2,8% en el mismo mes.

Esta dualidad confirma que la demanda de crédito ya no responde a un deseo de inversión o crecimiento, sino a una necesidad perentoria de supervivencia. A medida que la morosidad sube y la capacidad de repago se reduce, los hogares se vuelven más cautelosos, o simplemente no pueden acceder a nuevas líneas de crédito, agotando la función dinamizadora del consumo financiado.

Un dato que contrasta con este panorama es el alza de los préstamos en moneda extranjera, que avanzaron un 10,2% en agosto y un 160% interanual. Si bien este segmento está ligado principalmente a sectores exportadores y no al consumo masivo, su crecimiento es también un reflejo de las políticas del gobierno de Javier Milei, que, al permitir un descalce en la operatoria de dólares, facilita el endeudamiento en esa divisa para ciertos actores de la economía.