El espejismo del “rebote” y la responsabilidad oficial ante la caída de acero
El Gobierno de Milei minimiza el retroceso de la producción de acero y la debilidad industrial. Un análisis crítico de la estrategia económica que ignora el desplome del consumo interno y la falta de estímulos concretos.
El reciente informe sobre la producción de acero crudo, con caídas del $3,7\%$ mensual y del $3,8\%$ interanual en septiembre, no es un dato aislado, sino la confirmación de que el termómetro industrial argentino sigue marcando una tendencia de estancamiento. A pesar de la cruda realidad que exponen las cifras, la respuesta oficial desde la Casa Rosada se aferra a un optimismo forzado, desviando la atención de las causas estructurales y trasladando la responsabilidad a una oposición ausente.
La falacia del “rebote post electoral”
Desde el Ejecutivo, la tesis es clara: la tendencia negativa se «revertirá a partir de noviembre», impulsada por un supuesto «aval electoral» a las políticas de Javier Milei. Esta confianza es, cuando menos, cuestionable. Esperar que un mero resultado en las urnas —que en el caso de las elecciones de medio término suele ser un plebiscito sobre la gestión— se traduzca automáticamente en una inyección de confianza y, más importante, en demanda real, parece más una operación de marketing político que una proyección económica seria.
Lo más preocupante es la simplificación con la que se aborda la crisis. El Gobierno utiliza el controvertido término «riesgo kuka» para justificar el freno, sugiriendo que la desaceleración es producto de la desconfianza del mercado ante un hipotético regreso del kirchnerismo. Esta visión polarizada es un intento de eludir la responsabilidad por las consecuencias directas de la política económica actual, la cual no ha logrado, hasta ahora, generar los incentivos necesarios para la inversión productiva y, fundamentalmente, ha erosionado la demanda. La culpa no está en el riesgo político futuro, sino en la realidad económica presente.
La construcción, víctima del ajuste
La debilidad sostenida en la producción de acero se materializa en sectores clave como la construcción, un motor tradicional de empleo y actividad. Los datos muestran que, si bien los despachos de cemento tuvieron un ligero repunte, los aceros destinados a la obra pública y privada no reflejan mejoras. Esto evidencia que el Gobierno no está logrando impulsar la obra pública, ni está generando las condiciones de financiamiento y previsibilidad que necesita la obra privada para reactivarse.
El crecimiento puntual en la construcción industrial, ligada a galpones logísticos, es una anomalía que subraya el desinterés oficial por el mercado interno masivo: mientras el sector privado invierte en logística para el comercio (posiblemente con la mira en importaciones), la construcción de viviendas e infraestructura básica, que tiene un mayor impacto social y laboral, languidece.
El consumo interno: el costo de la estabilización
La crisis de la industria tiene su epicentro en el desplome del consumo. Los rubros vinculados directamente al bienestar de los hogares —línea blanca, envases, tambores— continúan en caída libre. La causa es innegable: el reducido poder adquisitivo de los salarios, afectado por una inflación que el Ejecutivo aún no logra dominar y por una política que privilegia el ancla cambiaria y fiscal por sobre la recomposición salarial.
A este problema se suman dos factores de presión que sí son responsabilidad de la gestión:
- Falta de Financiamiento: La ausencia de crédito bancario accesible y atractivo para el consumo y la inversión productiva mantiene estancada la demanda. El crédito, si existe, es caro e inalcanzable para la mayoría de las pymes y los consumidores.
- Competencia Externa Desregulada: La creciente competencia con productos importados presiona a la baja los precios y los márgenes de las fábricas locales, sin ofrecer, a cambio, un plan de desarrollo que garantice la supervivencia de la industria nacional.
Un sector industrial que exige más que promesas
El sector industrial, que clama por una menor presión fiscal, estabilidad cambiaria y planificación a mediano plazo, no está pidiendo subsidios, sino reglas de juego claras que le permitan competir y desarrollarse. El Gobierno, sin embargo, se limita a ofrecer la promesa vacía de un «rebote» futuro.
Si el Ejecutivo realmente quiere revertir la tendencia negativa de la producción de acero y sacar a la industria del frío, debe abandonar el simplismo político y tomar medidas concretas: estabilizar las variables macroeconómicas sin sacrificar la demanda, impulsar un plan serio de financiamiento para la producción y el consumo, y dejar de culpar a fantasmas políticos por problemas que se originan en la inconsistencia de su propio plan económico. Por ahora, el termómetro industrial sigue en rojo, reflejando el frío de una economía a la espera de un shock de confianza y demanda que, con esta estrategia, no parece estar en el horizonte inmediato.
