El devastador impacto de la pobreza: quienes viven en barrios populares mueren once años antes

Un estudio reciente del CISUR reveló una alarmante brecha en la esperanza de vida: las personas en barrios populares mueren, en promedio, a los 60 años, mientras que el resto de la población alcanza los 71. Esta cruda realidad es el resultado de un "triángulo de desigualdad" compuesto por las condiciones de vivienda, el acceso a la salud y la precariedad laboral.

Una nueva investigación del Centro para la Integración Sociourbana (CISUR) ha puesto en evidencia una de las consecuencias más brutales de la desigualdad social en Argentina. Al analizar datos del Censo Nacional 2022 y registros de defunciones, el estudio concluyó que las personas que viven en barrios populares tienen una esperanza de vida significativamente menor, muriendo en promedio once años antes que el resto de los ciudadanos.

Esta alarmante brecha, que se traduce en una vida que se acorta prematuramente, se explica por un conjunto de factores interconectados. El informe señala la existencia de un «triángulo de desigualdad» donde las condiciones habitacionales, la limitada accesibilidad a la salud y la precariedad laboral se combinan para crear un entorno de alta vulnerabilidad.

Una pirámide poblacional que retrata la desigualdad

El análisis demográfico del estudio es revelador. Mientras que la pirámide poblacional argentina muestra un envejecimiento progresivo de la población, con una mayor proporción de adultos mayores, la imagen en los barrios populares es radicalmente distinta.

En estos espacios, la base de la pirámide es ancha, con una gran presencia de niños y jóvenes. Sin embargo, lo más preocupante es la abrupta caída en las franjas de edad avanzada. La presencia de personas de 65 a 79 años es 3,5 veces menor que en el promedio nacional, y la diferencia se amplía a 8,5 veces para las personas mayores de 80 años.

Esta pirámide poblacional de los barrios populares de hoy se asemeja, sorprendentemente, a la de la Argentina de 1914, una época marcada por las condiciones de hacinamiento, la falta de servicios básicos como cloacas y agua corriente, y una urbanización desigual. Esto sugiere que, a más de un siglo de distancia, la longevidad sigue siendo un privilegio para la población más acomodada, mientras que para los habitantes de barrios populares la vejez es una meta a la que pocos logran llegar.

La muerte llega más temprano

El informe del CISUR revela que la edad promedio de fallecimiento en los barrios populares es de 60 años, mientras que para el resto de la población es de 71. Esta diferencia de once años es un reflejo de las condiciones de vida que se traducen en una menor esperanza de vida.

La distribución de las muertes también lo confirma: en los barrios, casi la mitad de los fallecimientos (45%) ocurre entre los 60 y 79 años, un rango de edad en el que la mayoría de las personas del resto del país aún disfruta de una vida activa. En contraste, para la población general, el mayor porcentaje de muertes (casi 42%) se concentra en personas mayores de 80 años.

El estudio, aunque no establece una única causa, resalta la necesidad de abordar de manera integral esta problemática. La inversión en infraestructura, el acceso a servicios de salud de calidad y la generación de oportunidades laborales dignas son cruciales para acortar esta dolorosa brecha en la esperanza de vida. En un contexto de ajuste presupuestario, los hallazgos del informe son un llamado urgente a la acción, ya que ignorar esta realidad podría ser una sentencia de muerte para millones de argentinos.