Persiste la desconfianza del consumidor en Argentina: diferencias regionales y de ingresos

El Índice de Confianza del Consumidor (ICC) de la Universidad Di Tella cayó un 0,33% en septiembre y acumula una retracción del 13,5% en el año. El informe revela un comportamiento desigual, con CABA y los hogares de menores ingresos mostrando un optimismo paradójico frente a la crisis.

La confianza de los consumidores argentinos sigue deteriorándose en septiembre, según el último informe de la Universidad Torcuato Di Tella. El Índice de Confianza del Consumidor (ICC) registró una leve caída mensual del 0,33%, pero la tendencia anual es mucho más pronunciada, con una retracción acumulada del 13,5% desde diciembre. Este descenso continuo refleja el impacto de la crisis económica en las expectativas de las familias, que se sienten presionadas por la situación actual, aunque todavía albergan cierta esperanza en el futuro.

El estudio, basado en una encuesta realizada a principios de septiembre, revela que el impacto de la crisis no es uniforme en todo el país ni en todos los segmentos sociales. De hecho, muestra una marcada heterogeneidad que expone las diferentes realidades que conviven en el territorio argentino.

El consumo en Argentina: un mapa de realidades dispares

El análisis por regiones geográficas evidencia un panorama fragmentado. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) se presenta como la única zona del país donde la confianza del consumidor creció en septiembre, con un notable aumento del 9,58%. Por el contrario, la situación en el Gran Buenos Aires (GBA) y el Interior del país es de retroceso, con caídas del 0,84% y 3,73% respectivamente.

Esta divergencia también se mantiene al comparar los datos con los de hace un año. Mientras que CABA y el Interior muestran una mejora interanual en la confianza, el GBA sigue por debajo del nivel de septiembre de 2024. Este comportamiento dispar subraya cómo las dinámicas económicas locales y la estructura productiva de cada región influyen de manera directa en la percepción y el comportamiento de sus habitantes.

Menos ingresos, pero más optimismo

Uno de los datos más sorprendentes del informe se encuentra en la comparación por nivel socioeconómico. En un giro paradójico, los hogares de menores ingresos fueron los más optimistas en septiembre, con un incremento mensual del 6,65% en su confianza. Este segmento también se ubica un 10,67% por encima de los valores registrados un año atrás.

En el otro extremo, los hogares de ingresos altos mostraron un notable pesimismo, con una caída del 5,20% en su índice de confianza respecto a agosto. Esta marcada diferencia podría explicarse por el impacto diferenciado de las políticas económicas sobre los distintos estratos sociales. Mientras que los de mayor poder adquisitivo pueden sentir una mayor presión en su capital, los de menores ingresos podrían ver con cierto optimismo medidas que, aunque no resuelven la crisis de fondo, buscan contener la situación.

La compra de bienes durables se frena

El factor que más contribuyó a la caída del índice general fue el freno en la intención de compra de bienes durables. Este componente se desplomó un 14,87% en el mes, con una reducción particularmente fuerte en la intención de adquirir automóviles y casas, que cayeron un 21%, y en la de electrodomésticos, que disminuyó un 10,7%. Este dato refleja la cautela de los consumidores frente a la incertidumbre económica y la preferencia por posponer compras de alto valor.

Pese a esta caída mensual, la disposición a comprar bienes durables aún se encuentra 17,33% por encima de los niveles de 2024, lo que sugiere que la volatilidad es alta, pero las expectativas no han tocado un piso definitivo.

Un presente duro, pero con la mirada en el futuro

El informe de Di Tella también resalta la creciente brecha entre la percepción del presente y las expectativas para el futuro. La evaluación de las «Condiciones Presentes» se redujo casi un 10% en el mes, lo que refleja el deterioro de la situación que los consumidores sienten en su vida diaria. Sin embargo, las «Expectativas Futuras» aumentaron un 6,59%, demostrando que persiste un optimismo latente respecto a una eventual mejora de la situación económica en el mediano plazo.

Esta dualidad en la percepción, donde el pesimismo sobre el presente coexiste con una esperanza en el futuro, es una característica central del comportamiento del consumidor en contextos de crisis prolongada. Es un reflejo de que, a pesar de las dificultades actuales, una parte de la población mantiene la fe en que la situación macroeconómica general mejorará con el tiempo.